Orígenes de la manipualución periodística en los periódicos dominicanos
Atardecer sobre la isla de Manhattan y el East River
A propósito de nuestros comentarios sobre el
pobre ejercicio ético y la falta de profesionalidad del periódico
dominicano Listín Diario, una señora se ha tomado el tiempo y la
molestia para escribirnos. Ella nos hace algunas sugerencias y
aclaraciones, y nos pregunta por qué, en nuestra opinión, ningún
periódico dominicano (bueno, nosotros diríamos “muy pocos periódicos”)
es imparcial, independiente, que no manipule las noticias para
conveniencia de sus propietarios o de sus tendencias políticas. Nos
indica como ejemplos el caso del mismo Listín Diario, y Diario
Libre, ambos propiedades de banqueros implicados en fraudes
financieros (Ramón Báez Figueroa, Baninter; Arturo Pellerano,
Bancrédito), que ahora ensucian sus páginas con noticias negativas sobre
todas aquellas personas que podrían enviar a la cárcel al primero; nos
vaticina cómo será usado El Caribe
de ahora en adelante, en manos de empresarios de Santiago; y nos
menciona ciertas posiciones asumidas por los periódicos del Grupo
Corripio (El Nacional, Hoy, El Día) para proteger sus intereses.
Vale la pena aclarar que no compartimos sus ideas sobre los periódicos
del Grupo Corripio (creemos que El Nacional es uno de los
periódicos más pluralistas que se publican en español, aunque esto no
impide de manera alguna que tenga sus debilidades), y creemos poco
productivo anticiparnos al tipo de periodismo que saldrá de El Caribe;
pero ciertamente creemos que su preocupación es válida.
Como le expresamos en nuestra respuesta, los orígenes del manipuleo de
las noticias en los periódicos dominicanos datan de la dictadura de
Trujillo. (O probablemente antes, aunque no conocemos estudios para
sustentar esta teoría.) Aunque mucho antes de la dictadura, los
periódicos tenían tendencias políticas (incluyendo el Lístin Diario),
había cierto tipo de objectividad ausente hoy en los priódicos
dominicanos. Fue durante la dictadura, entonces, que se crearon las
normas que rigen los periódicos dominicanos de nuestros días: yo te
limpio tu espalda si tú limpias la mía.
Jesús de Galíndez (1905-1956), un agente de la CIA de origen vasco que
tenía acceso al círculo trujillista, escribió una minuciosa crónica
sobre los medios de comunicación durante la dictadura de Trujillo. En la
sección segunda (“Prensa, radio y televisión”) del capítulo seis
(“Instituciones sociales del relleno”) de sus tesis doctoral de Columbia
University, La era de Trujillo. Un estudio casuístico de dictadura
hispanoamericana (1956), Galíndez nos narra cómo el Listín Diario
pasó de ser un periódico que apoyaba al Gobierno del general Horacio
Vásquez primero y después de defensor de la Alianza Nacional-Progresista
de 1930, a un “portavoz del régimen trujillista” en 1933. Ah, pero he
aquí el detalle: Arturo Pellerano hijo he elegido diputado en 1933,
presidente de la Cámara de Diputados y más tarde hasta senador. Pero más
que eso, también nos narra cómo el periódico, una vez Trujillo fundó su
propio periódico, La Nación, y los anuncios pasaron del Listín
Diario al periódico del dictador, el Listín se mantenía
gracias a las “subvenciones” de las legaciones alemana y española.
prensa, radio y
televisión
Cuando Trujillo subió al Poder en 1930 existían
tres periódicos en la República Dominicana, los tres de propiedad
privada y más o menos de distinta tendencia política. En la ciudad
capital existía un periódico matutino “El Listín Diario”, propiedad de
la familia Pellerano, que apoyaba al Gobierno del general Horacio
Vásquez; y un periódico vespertino “La Opinión”, propiedad del Sr.
Lepervanche, que apoyó a Trujillo en la campaña de 1930. En la ciudad de
Santiago de los Caballeros existía un periódico matutino “La
Informacíón”, propiedad de la familia Franco, de tendencia independiente
y matiz regional.
Los dos periódicos de la capital han desaparecido. En su lugar
existen otros dos periódicos matutinos, ambos propiedad de Trujillo y
portavoces oficiosos de su Gobierno y política. “La Información” ha
sobrevivido, pero sigue también la política oficial.
El “Listín Diario” era un buen periódico, de larga tradición en
el país. Desde febrero de 1930 hasta las elecciones de mayo no vaciló en
defender la causa de la Alianza Nacional-Progresista, y en denunciar los
sucesivos atropellos de los agentes trujillistas; el día 30 de mayo sus
locales fueron asaltados por “un grupo de civiles favorables a la
Coalición”. Poco después sus páginas se van cerrando a las noticias
políticas nacionales, y su despreciativo silencio es la única forma de
oposición al nuevo régimen. Dos años y medio más tarde, en enero de
1933, el “Listín Diario” comienza a publicar información de actos
trujillistas con grandes titulares; y en marzo abre sus páginas a la
encuesta iniciada por el Dr. Aybar sobre la reelección de Trujillo sin
necesidad de elecciones; su nueva colaboración aún no es sumisa, y el
día 1° de abril es detenido su Director; once días después se consuma la
entrega incondicional, el subdirector del “Listín Diario” e hijo del
propietario ingresa en el Partido Dominicano, y el 25 de abril es
elegido diputado.
A partir de este momento el “Listín Diario” es portavoz del
régimen trujillista, y en sus páginas se desborda la literatura de
elogios. Más tarde Arturo Pellerano hijo será Presidente de la Cámara de
Diputados y senador; murió siendo diputado. “La Opinión” no tuvo
necesidad de cambiar, y sin embargo siempre fue más parca en elogios.
Había sido fundada el año 1922 como revista literaria, y el año 1927 la
transformó en diario René Leperyanche. Al morir su propietario en 1939
se hizo cargo temporalmente de su dirección el Lic. Manuel A. Amiama; y
al año siguiente pasó a serlo un refugiado español, el Lic. José Ramón
Estella, casado con una de las hijas del difunto propietario.
Ambos periódicos contaron con buenos redactores, en distintas
épocas; y acogieron la colaboración literaria nacional, a más de las
noticias extranjeras proporcionadas por las agencias mundiales. Cuando
yo los leí por primera vez a primeros de 1939, era evidente que el
“Listín Diario” contenía una información superior por su potencia
económica, pero en ambos era evidente su sumisión al régimen político
existente.
Por aquellos días se estaban terminando los preparativos para
lanzar un nuevo periódico “La Nación”, con capital aportado por
Trujillo. Pretendía ser un diario moderno, que renovara el estilo
periodístico del país; al efecto se contrató a algunos refugiados
españoles, periodistas profesionales como Elfidio Alonso y Ramón Suárez
Picallo, aunque se confió su dirección al dominicano Rafael Vidal (el
hombre de 1930)(*). El nuevo periódico salió a la cale el 19 de febrero
de 1940.
Su presentación era superior a la de los periódicos dominicanos
existentes anteriormente. Pero desde el primer momento se vió que no
seria más que el portavoz oficioso del Gobierno. Su circulación se forzó
obligando a los funcionarios públicos a subscribirse; como consecuencia,
los anuncios pasaron del “Listín Diario” a “La Opinión”. Pronto era un
secreto a voces que el “Listín Diario” no podría mantenerse sin las
subvenciones que se decía recibir de la Legación alemana (**) y de la
española. En todo caso, el “Listín Diario” no resistió mucho tiempo la
competencia, y se clausuró el 15 de enero de 1942 (fecha que confirma
los rumores de subsidio alemán, pues un mes antes la República
Dominicana había declarado la guerra a Alemania y por tanto se había
cerrado su Legación). “La Opinión” aguantó como periódico vespertino,
aunque siempre llevando una vida lánguida; fue siempre aliadófila.
Así siguieron las cosas hasta primeros de 1946. En enero de
este año Trujillo utilizó “La Opinión” para sus pasajeros propósitos de
democratizar el régimen; ya hemos visto su campaña de oposición limitada
en los primeros meses de este año. Pero las consecuencias de esta
oposición sellaron la suerte del periódico; a mediados de 1946 Trujillo
lo adquirió, trasladándose a Nueva York la familia Lepervanche; de
momento el periódico continuó saliendo bajo la dirección de Ramón
Fernández Mato, pero a primeros de 1947 desapareció definitivamente. Por
un año más “La Nación” fue el único periódico capitaleño, y el único
bueno en la República Dominicana. En abril de 1948 apareció un nuevo
diario “El Caribe”; tampoco fue secreto que Trujillo era su propietario,
aunque inicialmente colaborara en la aventura un periodista
norteamericano sin escrúpulos, Stanley Ross. Pronto desapareció Ross de
la escena, y no en forma limpia al parecer; y Germán Ornes Coiscou pasó
de Redactor-Jefe a Director de “El Caribe”. En los últimos años es
evidente que “El Caribe” está superando a “La Nación” en cuanto a
importancia y contenido, aunque los dos coincidan en ser portavoces del
régimen. La sección más buscada de “'El Caribe” es la llamada “Foro
Público”, en apariencia cartas públicas al director y en realidad
aldabonazos oficiosos dados desde la Presidencia para avisar a los
dudosos o castigar a los caídos. Me consta que a fines de 1954 Germán
Ornes ha concluido un contrato con Trujillo para adquirir la propiedad
del periódico, comprometiéndose a pagarle su importe en varios años.
Poco voy a decir sobre “La Información”; el milagro es que ha
sobrevivido en Santiago de los Caballeros, aunque haya tenido interés
para matices de origen local.
En el resto del país no hay verdaderos periódicos, y apenas
publicaciones que merezcan el nombre de tales. En algunas ciudades hay
periodiquitos que se alimentan con noticias de sociedad, y algún verso
que otro. Y constantemente surgen revistas de vida esporádica; a menudo
son sólo un pretexto para conseguir algunos dólares de anuncios,
mientras su director-propietario consigue otro empleo del Gobierno: de
las pocas revistas que han perdurado de un modo u otro cabe mencionar
“Cosmopolita”, propiedad de aquel diputado Félix Gimbernar cuya dimisión
en 1939 conmovió la Cámara; su propietario y director se jacta en decir
que ni es semanario ni es mensuario sino “cuando-me-da-la ganario”
porque lo hace cuando puede. A veces hay alguna revista literaria
aceptable. Y desde luego hay bastantes Boletines oficiales de distintas
Secretarías y otros departamentos de la Administración Pública.
¿Cuál es la característica uniforme de la prensa dominicana?
Una sola: la adulación a Trujillo. En la República Dominicana no hay
censura de prensa, no es necesaria.
Esta realidad es tan obvia que con sélo hojear la prensa
dominicana no necesito probarla. Pero aconsejo a quien quiera formar una
antología de la abyección periodística espigar entre sus titulares,
informaciones, y artículos de colaboración. La única dificultad para el
periodista dominicano es encontrar un adjetivo nuevo; quien halle una
idea nueva es ya genio. A veces también constituye un problema para el
redactor social estar al corriente de pasajeras desgracias o
preminencias en la familia del Benefactor.
Desde luego no se encontrará en la prensa dominicana la menor
crítica del régimen. (Salvo aquellos meses iniciales del “Listín Diario”
en 1930, y el pasajero interludio de “La Opinión en 1946).
La censura se aplica —como ya dije en el Capítulo IV— a las
publicaciones extranjeras que llegan al país. No voy a insistir.
En cuanto a los demás órganos de publicidad, hasta hace algunos
años las emisoras de radio estaban sometidas al régimen pero eran
independientes. Hoy ha surgido el predominio de una de ellas, “La Voz
Dominicana”, propiedad de J. Arizmendi Trujillo (“Petán”); quien además
tiene el monopolio de la televisión (***). Esta emisora se inició hace
más de diez años en la ciudad interior de Bonao, feudo de este extraño
hermano de Trujillo, que en los comienzos del régimen llegó a exhibir
pinitos de rebeldía; en aquel momento era un Mayor del Ejército sin
mando, y años después fue ascendido a Coronel, General de Brigada y
Teniente General sin mando. (Su mando parece ejercerse sobre algunas de
las artistas contratadas para la Emisora, y sobre los transportes por
carretera). Hoy está instalada en un magnífico edificio de Ciudad
Trujillo, que además es lujoso centro de diversión.
Hay que reconocerle a “Petán” que ha contribuido al
mejoramiento material de la República con una buena Emisora de Radio y
la única Emisora de Televisión. Pero las noticias y la propaganda
transmitida por ellas es la misma que se lee en la prensa dominicana.
Las otras emisoras de la República no son tan serviles en la adulación,
pero ninguna cede en la sumisión.
Debo agregar que la Dirección de Comunicaciones tiene también
montado un servicio para censurar en lo posible las emisoras de radio
extranjeras, es decir para tratar de silenciar con ruidos lanzados en la
misma onda aquellas emisiones que puedan atacar al régimen trujillista;
este servicio fue especialmente activo durante los años en que desde
Cuba y Venezuela se multiplicaba este tipo de ofensiva radial.
En resumen, en la República Dominicana no existe prensa ni
radio libre. El problema no es de censura ni de mordaza. Es de asfixia,
por un monopolio casi absoluto en manos del propio Trujillo o de su
hermano “Petán”.
NOTAS
(*) Como ya fuí anotando en el Capítulo I, los
directores de “La Nación” han ido cambiando en estos quince años con lo
misma frecuencia que los Secretarios de Estado. Entre los más destacados
cabe recordar a Gilberto Sánchez Lustrino, Manuel A. Amiama, Ramón
Emilio Jiménez, y Juan Bautista Lamarche, todos ellos personalidades
políticas del régimen que alternaron el periodismo con el Congreso y
otras posiciones gubernamentales.
(**) Su campaña germanófilo sobresalió durante las victoriosas campañas
alemenas de 1940; en los días que precedieron la conquista de París,
instaló altavoces en el Parque Colón que lanzaban al pueblo las últimas
noticias. (Uno de los redactores encargados de esto labor fue Enrique de
Marchen, después Delegado Alterno de la República Dominicana ante los
Naciones Unidas vencedoras de Alemania).
(***) Uno de las últimas confirmaciones de esta propiedad aparece en “El
Caribe” del 12 de enero de 1955; es la noticia de que “El teniente
general J. Arismendi Trujillo Molina, presidente fundador de la gran
emisora de radio y televisión “La Voz Dominicana”, ha asumido el cargo
de Director General de esa poderosa organización”.
Jesús de Galíndez: La era de Trujillo. Un
estudio casuístico de dictadura hispanoamericana (1956), pp. 167-170
2:31 PM
EPÍLOGO
Lunes, 22 de
agosto de 2005
Periodismo no
ético
Por Bernardo Vega
El Caribe/Lunes 22 de agosto del 2005
En nuestro país la prensa escrita comete violaciones a
la ética periodística que son inaceptables en naciones maduras
políticamente.
Una de ellas consiste en aceptar anuncios pagados que imposibilitan al
lector saber quién los costeó.
Una cosa es un anuncio de ron, donde es obvio que quien lo paga es un
productor, y otra cosa es reproducir como anuncio pagado un artículo de
un periodista o columnista, o una noticia, todos publicados previamente,
pero sin decir quién pagó por el mismo.
También violan la ética los anuncios pagados donde la institución que
los patrocina y que es mencionada es una entidad fantasma. En ese caso
el criterio para aceptar el anuncio es que esa entidad aparezca en la
guía telefónica.
Igualmente violatorio a la ética es que un articulista o columnista
también sea un relacionador público y que utilice ese espacio bajo su
firma para, sin que el lector lo sepa, defender los intereses de sus
clientes.
Otra violación lo es el pluriempleo, bajo el cual un periodista recibe
un sueldo, ya sea del Gobierno o de una de sus agencias, o de empresas
privadas, cuyos intereses defiende al redactar un texto.
Una alta proporción de las “noticias” que salen en nuestros periódicos
son simples reproducciones de notas de prensa enviadas por oficinas del
Gobierno o por empresas privadas y por eso es que con razón se dice que
nuestros periódicos se repiten.
Son reproducidas tal cual, sin que se investigue la verdadera “noticia”
que está tras la nota de prensa. Una nota que no es seguida por un
comentario, o mejor aun, por una investigación del por qué de la nota,
es un simple anuncio que no es cobrado.
La autocensura es igualmente violatoria a la ética. La próxima vez que
usted vaya a un coctel o a una fiesta, fíjese en los temas que allí se
discuten y pregúntese cuántos de estos asuntos deberían ser cubiertos
por la prensa, pero no lo son.
Otra falta de ética es cuando un periódico presenta una noticia no en
forma objetiva, sino que “editorializa” sobre ella, defendiendo los
intereses de sus dueños.
En una conocida declaración internacional de principios sobre la prensa
se establece que “los propietarios, directores, periodistas y
administradores de los medios no deben beneficiarse personalmente, más
allá de lo que legítimamente implican sus funciones empresariales o
profesionales, con la influencia social que les otorga su acceso al
poder de decisión sobre el contenido periodístico de los medios”.
Esa misma declaración también establece que las decisiones informativas
y editoriales no deben ser afectadas por presiones o criterios
publicitarios.
En muchos países existe la norma de que un periódico siempre asumirá el
costo de cobertura de una noticia, para así evitar conflictos de
intereses.
En el nuestro, una gran mayoría de nuestros periodistas acepta que se le
cubran los gastos de viaje y estadía en hoteles.
En el caso de un hotel turístico, si el periodista es crítico de los
servicios que allí se ofrecen, sabe que no lo volverán a invitar.
¿Cuándo fue la última vez que en un periódico dominicano usted leyó algo
crítico sobre un hotel o un barco turístico?
Pero si un periódico comete errores debe corregirlos de inmediato. En la
prensa extranjera es común la sección de fe de errata o de “corrección
de errores”, mas no en la nuestra.
También ha surgido en el extranjero el concepto de ombudsman o defensor
del lector.
Copyright © Bernardo Vega, El Caribe,
2005
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11:21 PM