Otra vez, Sara Pérez y Aristófanes Urbáez

Lunes, 10 de julio de 2006Ramón Paredes

 


Atardecer sobre la isla de Manhattan y el Río del Este


Una generosa lectora dominicano nos ha enviado un mensaje que sinceramente no nos merecemos. Asumiendo que nos interesaría, nos incluye los enlaces de un artículo del poeta-periodista Aristófanes Urbáez (“Los cadáveres sociales”) y otro de la periodista Sara Pérez (“Apuntes para un perfil de Leonel”). Cree ella que el artículo de Urbáez, publicado en el periódico Listín Diario el pasado lunes, es una respuesta al artículo de Sara Pérez, publicado el pasado domingo en el periódico El Nacional. Nos compartimos su opinión. Pero, de todas maneras, aquí están los artículos:


Los cadáveres sociales
ARISTÓFANES URBÁEZ

Creo que Antonio Zaglul escribió —en un comentario sobre el pintor español Salvador Dalí—, de los llamados cadáveres sociales. Lo primero es que un cadáver social no tiene aportes; uno puede seguir en cualquier campo en que el hombre haya edificado y no encuentra nada: edificios, cultura, ingeniería, canales, familia (a la que causan sufrimiento y destruyen y por tanto dañan el núcleo básico de la sociedad). En fin: no hay aporte alguno, porque el cadáver social es obsesivo compulsivo y se expresa a través de un individualismo excesivo y exacerbado que impugna todo, todo lo que le rodea es feo e imperfecto, pero lo primero que reclama cuando lo ponen en evidencia es “no te metas en mi vida, que es mía y yo la vivo como quiera”, aunque su ponzoña de escorpión envenena la sociedad entera y a los individuos en particular porque si tiene acceso a un medio no hay costilla santa —que no debe haberla—, aunque no en base al retorcimiento de hechos y situaciones, que es lo que hace el cadáver social, ya que retuerce la verdad con tal de congraciarse con su gran ego exhibicionista-individualista propio del poseso.

Pero no crean que el fenómeno es nuevo; no, es una plaga social; los hay supuestos izquierdistas, diletantes con el cigarrillo apresado entre los dedos que tumban y quitan gobierno como una “verba” que se regodean en ella, como dice el cubano Moreno Frajinal, porque jamás llegan a literatos importantes. Los hay metálicos, aberrados sexuales, ninfómanas, eternos representantes de clubes sociales (hasta sesenta año en eso), sindicalistas eternos, proyectos de escritores que siempre tienen un libro de poemas o una novela que nunca terminan, pero su gran ejército está en los que viven una vida de excesos y aberraciones. En fin: son una plaga que tenemos que sufrir. Se supone que si es un cadáver social, es un resentido, y al serlo, no es leal a nada ni a nadie, comenzando por los hijos que traen al mundo, que deben ser criados por tíos y abuelos, porque los cadáveres sociales no tienen tiempo para su prole porque en su individualismo sólo tienen tiempo para ellos “vivir”, aunque se metan en todo lo ajeno y dejen la ponzoña del alacrán en todo el mundo, del resentimiento en todos hacia ellos, empezando por los ex amigos zaheridos por un comentario que hizo el cadáver social que él jamás se lo esperó y por eso lo apartó de su camino. Sus amistades son mutantes, al igual que sus posiciones públicas, porque al no apegarse a principios y lealtades, sus “amigos” son quienes les resuelvan sus problemas materiales y económicos del momento.

Es una situación verdaderamente penosa, no tanto por ellos, sino porque hay gentes emocionalmente inmadura que sufren las calumnias que pregonan. Eso jamás lo haría una persona emocionalmente fuerte que se guía por una escala de principios de valores, ya que lo consideraría como una piedrecita en su avenida ancha. Las personas más felices y maduras son aquellas que son leales a principios, causas y personas, al menos que no sean traicionados y abandonen a personas y causas, jamás los principios.

Los cadáveres sociales son pura lacra, escoria, que sólo los desorejados sufren por sus suciedades, porque eso es lo que dejan a su paso: resentimiento, odio, jamás un cuadro de calidad artística, una obra de valor histórico indudable que pueda ser consultada, una familia respetable, ejemplo de la comunidad. Dicen que combaten los males sociales. Embuste. Indague y verá que nunca hicieron nada por la comunidad, ni siquiera sembrar un árbol. Porque ellos vienen del desarraigo y viven del expediente, de la pose, de los “amigos” o amantes de turno que se dejan envolver por su labia.

El inmenso Fiador Dostoyeski dijo una vez que “el que nada ha hecho, nada es”. Un cadáver social es peor que eso, porque lo que sembró fue pura cizaña y cuando elevó su voz para halagar o elogiar a alguien, fue porque en algún momento vivió su mecenazgo. En nuestro país hay una larga lista de cadáveres sociales, muchos de los cuales han muerto y dejaron textos escritos (los otros, sólo se recuerdan de ellos, los que sufrieron sus maldades y ponzoña), pero nadie los consulta ni se acuerda de ellos y cuando se busca la grafía de alguno es para hurgar en el pasado y buscar los males y la descomposición de la sociedad en el momento que vivieron, lo oscuro y feo, la mezquindad del alma humana, porque de ahí, de los cadáveres sociales como los que escribieron el “Foro Público”, es que nacen obras como “La Fiesta del Chivo”, ya que los cadáveres sociales no tienen, ya lo dije, amigos, sino amos, viven con la cerviz hacia abajo frente a su sustentador de turno, al que no se atreven cuestionar aunque sea en una línea pese que ese amo sea un ser podrido.

Los cadáveres sociales sufren el cementerio y el zafacón en vida, porque al auto conocerse —pues Sócrates decía que de lo que uno jamás sabrá nada es de lo que está fuera de su conciencia—, sienten el tufo, la peste, la letrina que llevan en el alma.

En sociedades donde la principal industria es el “chisme”, la “mediocracia” se solaza en esos terrenos baldíos, esos escenarios de los cadáveres sociales, porque si, como dijera un ilustre escritor, el que lanza una piedra al aire en la India, es casi seguro que golpeará a un filósofo, aquí es preferible ver de un solo ojo, porque el mediocre y el cadáver social —en una sociedad resentida y mula, según Corpito Pérez Cabraló— son una pandemia. ¡Pobre de aquél que les crea y no descubra el ardid, la pose y la falsía que hay en ellos! Pero, también, los tontainas están en todas partes, decía un filósofo español.

elroedor2045@hotmail.com



Apuntes para un perfil de Leonel
Por Sara Pérez

reading, pa.- Leonel Fernández, va a dar mucha agua de beber en la República Dominicana.

Para empezar, repetirá la hazaña, (que no necesita tanta destreza de los gobernantes, sino pocas aspiraciones de los gobernados), de Santana, Báez, Trujillo, Balaguer, (lo mejor de lo mejor, de la exitosa escoria política dominicana), de encabezar el Poder Ejecutivo por varios períodos gubernamentales.

Leonel será el candidato presidencial del PLD en las próximas elecciones del 2008. Y va a ganarlas. La muchedumbre de aspirantes competidores, puede ahorrarse sus cuartos de campaña e irse de vacaciones para Madagascar. Leonel se va a quedar en el palacio hasta el 2012 y cuidado, porque la reforma constitucional para permitir la reelección presidencial por más de dos períodos consecutivos, no la despinta nadie. Y el PRD se lo tiene merecido.

El relativamente joven político, (después de Balaguer, todos los políticos parecen jóvenes en RD), se ha afianzado como la opción más “potable” para un espectro de sectores sociales en el que se incluyen, desde izquierdistas con “estómagos de derecha”, (la definición fue hecha por uno de ellos mismos), hasta los neotrujillistas que han encontrado en este incoloro político, estilo huevo sin sal, un capitán eficiente, cuya pericia consiste en mantener el barco encallado, sin que zozobre, (que era el riesgo que se corría con Hipólito), pero sin que avance hacia ningún sitio.

Para algunos grupos , resulta absolutamente idílica una República Dominicana que mantenga intactas la obsolescencia de sus estructuras estatales, la campante corrupción administrativa, la crónica inoperancia del sistema para democratizar la distribución de los ingresos y el acceso a los servicios de educación, salud, vivienda, alimentación, transporte y energía eléctrica.

En tanto, a Leonel ya se le atribuye una serie de cualidades, directamente proporcionales a los pocos criterios y a la mucha obsequiosidad de quienes las enuncian: Le dicen gran orador a un tipo totalmente soporífico, de cuyos discursos, lo único que se recuerda son las frases desafortunadas y ridículas, como lo del Nueva York chiquito.

Ya hay quienes admiran la sagacidad de un político del montón, encumbrado en la basura y no en los sueños, cuya estrategia es imitar a Balaguer, en vez de contribuir a extirpar esa infección.

Le endosan una visión moderna del Estado, a quien no ha tenido el más remoto escrúpulo para usar recursos estatales acrecentando fortunas privadas, en campañas políticas y sobornando opositores, aparte de mantener la tradición de un gobierno que funge de sombrilla para amparar desmanes y crímenes de sus favorecidos y allegados. ¿Por qué no están condenados y presos los que se robaron los cuartos de Baninter? ¿Quién mató a Eduardo David Rodríguez?

Leonel Fernández es tan descaradamente burdo y es tanto lo que confía en la incapacidad de reacción de sus súbditos, que elimina la factura consular y sube entre un 20 y un 30 por ciento la tarifa de los servicios consulares y aparte aumenta la carga de botellas en el servicio exterior, para pagarles las reverencias y los aplausos a los que vivaquean atrás de él.

Estando más o menos al tanto de la jerga de moda en las “cumbres” y seminarios internacionales, (y teniendo a mano el auxilio de Carlos Dore), se ha labrado una reputación de persona instruida, de mentalidad moderna y capacidad ejecutiva, cuando en realidad es un conchoprimista obtuso, de vocación arbitraria y ejecutorias lastimosas, incapaz de una sola -una sola- inicitiva de reingeniería social relevante, que rebase el objetivo del relumbrón político y se circunscriba en un proyecto de desarrollo integral en el que la noción de “progreso”, sea menos estúpida y grosera, que la que se mide con el metro de Diandino.

Leonel es un político insípido y amorfo, un chapucero clientelista, que no es carne ni pescado y no tiene más agenda que la de mantenerse en el poder, como una garrapata entre las orejas de un perro.

Leonel es producto y expresión de la miseria de un pueblo, no de sus anhelos y esperanzas. Es un político sin alas, que no puede mirar hacia las estrellas, porque está demasiado enterrado entre las alcantarillas.

La República Dominicana va a cargar mucho tiempo con esa rémora.

cleo264@yahoo.com



Copyright ©Sara Pérez y El Nacional, 9 de julio de 2006
Copyright ©Aristófanes Urbáez y Listín Diario, 10 de julio de 2006



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