Otra vez, Sara Pérez y Aristófanes Urbáez
Atardecer sobre la isla de Manhattan y el Río del Este
Una generosa lectora dominicano nos ha
enviado un mensaje que sinceramente no nos merecemos. Asumiendo que nos
interesaría, nos incluye los enlaces de un artículo del poeta-periodista
Aristófanes Urbáez (“Los cadáveres sociales”) y otro de la periodista
Sara Pérez (“Apuntes para un perfil de Leonel”). Cree ella que el
artículo de Urbáez, publicado en el periódico Listín Diario el
pasado lunes, es una respuesta al artículo de Sara Pérez, publicado el
pasado domingo en el periódico El Nacional. Nos compartimos su
opinión. Pero, de todas maneras, aquí están los artículos:
Los cadáveres sociales
ARISTÓFANES URBÁEZ
Creo que
Antonio Zaglul escribió —en un comentario sobre el pintor español
Salvador Dalí—, de los llamados cadáveres sociales. Lo primero es que un
cadáver social no tiene aportes; uno puede seguir en cualquier campo en
que el hombre haya edificado y no encuentra nada: edificios, cultura,
ingeniería, canales, familia (a la que causan sufrimiento y destruyen y
por tanto dañan el núcleo básico de la sociedad). En fin: no hay aporte
alguno, porque el cadáver social es obsesivo compulsivo y se expresa a
través de un individualismo excesivo y exacerbado que impugna todo, todo
lo que le rodea es feo e imperfecto, pero lo primero que reclama cuando
lo ponen en evidencia es “no te metas en mi vida, que es mía y yo la
vivo como quiera”, aunque su ponzoña de escorpión envenena la sociedad
entera y a los individuos en particular porque si tiene acceso a un
medio no hay costilla santa —que no debe haberla—, aunque no en base al
retorcimiento de hechos y situaciones, que es lo que hace el cadáver
social, ya que retuerce la verdad con tal de congraciarse con su gran
ego exhibicionista-individualista propio del poseso.
Pero no crean que el fenómeno es nuevo; no, es una plaga social; los hay
supuestos izquierdistas, diletantes con el cigarrillo apresado entre los
dedos que tumban y quitan gobierno como una “verba” que se regodean en
ella, como dice el cubano Moreno Frajinal, porque jamás llegan a
literatos importantes. Los hay metálicos, aberrados sexuales,
ninfómanas, eternos representantes de clubes sociales (hasta sesenta año
en eso), sindicalistas eternos, proyectos de escritores que siempre
tienen un libro de poemas o una novela que nunca terminan, pero su gran
ejército está en los que viven una vida de excesos y aberraciones. En
fin: son una plaga que tenemos que sufrir. Se supone que si es un
cadáver social, es un resentido, y al serlo, no es leal a nada ni a
nadie, comenzando por los hijos que traen al mundo, que deben ser
criados por tíos y abuelos, porque los cadáveres sociales no tienen
tiempo para su prole porque en su individualismo sólo tienen tiempo para
ellos “vivir”, aunque se metan en todo lo ajeno y dejen la ponzoña del
alacrán en todo el mundo, del resentimiento en todos hacia ellos,
empezando por los ex amigos zaheridos por un comentario que hizo el
cadáver social que él jamás se lo esperó y por eso lo apartó de su
camino. Sus amistades son mutantes, al igual que sus posiciones
públicas, porque al no apegarse a principios y lealtades, sus “amigos”
son quienes les resuelvan sus problemas materiales y económicos del
momento.
Es una situación verdaderamente penosa, no tanto por ellos, sino porque
hay gentes emocionalmente inmadura que sufren las calumnias que
pregonan. Eso jamás lo haría una persona emocionalmente fuerte que se
guía por una escala de principios de valores, ya que lo consideraría
como una piedrecita en su avenida ancha. Las personas más felices y
maduras son aquellas que son leales a principios, causas y personas, al
menos que no sean traicionados y abandonen a personas y causas, jamás
los principios.
Los cadáveres sociales son pura lacra, escoria, que sólo los desorejados
sufren por sus suciedades, porque eso es lo que dejan a su paso:
resentimiento, odio, jamás un cuadro de calidad artística, una obra de
valor histórico indudable que pueda ser consultada, una familia
respetable, ejemplo de la comunidad. Dicen que combaten los males
sociales. Embuste. Indague y verá que nunca hicieron nada por la
comunidad, ni siquiera sembrar un árbol. Porque ellos vienen del
desarraigo y viven del expediente, de la pose, de los “amigos” o amantes
de turno que se dejan envolver por su labia.
El inmenso Fiador Dostoyeski dijo una vez que “el que nada ha hecho,
nada es”. Un cadáver social es peor que eso, porque lo que sembró fue
pura cizaña y cuando elevó su voz para halagar o elogiar a alguien, fue
porque en algún momento vivió su mecenazgo. En nuestro país hay una
larga lista de cadáveres sociales, muchos de los cuales han muerto y
dejaron textos escritos (los otros, sólo se recuerdan de ellos, los que
sufrieron sus maldades y ponzoña), pero nadie los consulta ni se acuerda
de ellos y cuando se busca la grafía de alguno es para hurgar en el
pasado y buscar los males y la descomposición de la sociedad en el
momento que vivieron, lo oscuro y feo, la mezquindad del alma humana,
porque de ahí, de los cadáveres sociales como los que escribieron el
“Foro Público”, es que nacen obras como “La Fiesta del Chivo”, ya que
los cadáveres sociales no tienen, ya lo dije, amigos, sino amos, viven
con la cerviz hacia abajo frente a su sustentador de turno, al que no se
atreven cuestionar aunque sea en una línea pese que ese amo sea un ser
podrido.
Los cadáveres sociales sufren el cementerio y el zafacón en vida, porque
al auto conocerse —pues Sócrates decía que de lo que uno jamás sabrá
nada es de lo que está fuera de su conciencia—, sienten el tufo, la
peste, la letrina que llevan en el alma.
En sociedades donde la principal industria es el “chisme”, la
“mediocracia” se solaza en esos terrenos baldíos, esos escenarios de los
cadáveres sociales, porque si, como dijera un ilustre escritor, el que
lanza una piedra al aire en la India, es casi seguro que golpeará a un
filósofo, aquí es preferible ver de un solo ojo, porque el mediocre y el
cadáver social —en una sociedad resentida y mula, según Corpito Pérez
Cabraló— son una pandemia. ¡Pobre de aquél que les crea y no descubra el
ardid, la pose y la falsía que hay en ellos! Pero, también, los
tontainas están en todas partes, decía un filósofo español.
elroedor2045@hotmail.com
Apuntes para un perfil de Leonel
Por Sara Pérez
reading,
pa.- Leonel Fernández, va a dar mucha agua de beber en la
República Dominicana.
Para empezar, repetirá la hazaña, (que no necesita tanta destreza de los
gobernantes, sino pocas aspiraciones de los gobernados), de Santana,
Báez, Trujillo, Balaguer, (lo mejor de lo mejor, de la exitosa escoria
política dominicana), de encabezar el Poder Ejecutivo por varios
períodos gubernamentales.
Leonel será el candidato presidencial del PLD en las próximas elecciones
del 2008. Y va a ganarlas. La muchedumbre de aspirantes competidores,
puede ahorrarse sus cuartos de campaña e irse de vacaciones para
Madagascar. Leonel se va a quedar en el palacio hasta el 2012 y cuidado,
porque la reforma constitucional para permitir la reelección
presidencial por más de dos períodos consecutivos, no la despinta nadie.
Y el PRD se lo tiene merecido.
El relativamente joven político, (después de Balaguer, todos los
políticos parecen jóvenes en RD), se ha afianzado como la opción más
“potable” para un espectro de sectores sociales en el que se incluyen,
desde izquierdistas con “estómagos de derecha”, (la definición fue hecha
por uno de ellos mismos), hasta los neotrujillistas que han encontrado
en este incoloro político, estilo huevo sin sal, un capitán eficiente,
cuya pericia consiste en mantener el barco encallado, sin que zozobre,
(que era el riesgo que se corría con Hipólito), pero sin que avance
hacia ningún sitio.
Para algunos grupos , resulta absolutamente idílica una República
Dominicana que mantenga intactas la obsolescencia de sus estructuras
estatales, la campante corrupción administrativa, la crónica inoperancia
del sistema para democratizar la distribución de los ingresos y el
acceso a los servicios de educación, salud, vivienda, alimentación,
transporte y energía eléctrica.
En tanto, a Leonel ya se le atribuye una serie de cualidades,
directamente proporcionales a los pocos criterios y a la mucha
obsequiosidad de quienes las enuncian: Le dicen gran orador a un tipo
totalmente soporífico, de cuyos discursos, lo único que se recuerda son
las frases desafortunadas y ridículas, como lo del Nueva York chiquito.
Ya hay quienes admiran la sagacidad de un político del montón,
encumbrado en la basura y no en los sueños, cuya estrategia es imitar a
Balaguer, en vez de contribuir a extirpar esa infección.
Le endosan una visión moderna del Estado, a quien no ha tenido el más
remoto escrúpulo para usar recursos estatales acrecentando fortunas
privadas, en campañas políticas y sobornando opositores, aparte de
mantener la tradición de un gobierno que funge de sombrilla para amparar
desmanes y crímenes de sus favorecidos y allegados. ¿Por qué no están
condenados y presos los que se robaron los cuartos de Baninter? ¿Quién
mató a Eduardo David Rodríguez?
Leonel Fernández es tan descaradamente burdo y es tanto lo que confía en
la incapacidad de reacción de sus súbditos, que elimina la factura
consular y sube entre un 20 y un 30 por ciento la tarifa de los
servicios consulares y aparte aumenta la carga de botellas en el
servicio exterior, para pagarles las reverencias y los aplausos a los
que vivaquean atrás de él.
Estando más o menos al tanto de la jerga de moda en las “cumbres” y
seminarios internacionales, (y teniendo a mano el auxilio de Carlos
Dore), se ha labrado una reputación de persona instruida, de mentalidad
moderna y capacidad ejecutiva, cuando en realidad es un conchoprimista
obtuso, de vocación arbitraria y ejecutorias lastimosas, incapaz de una
sola -una sola- inicitiva de reingeniería social relevante, que rebase
el objetivo del relumbrón político y se circunscriba en un proyecto de
desarrollo integral en el que la noción de “progreso”, sea menos
estúpida y grosera, que la que se mide con el metro de Diandino.
Leonel es un político insípido y amorfo, un chapucero clientelista, que
no es carne ni pescado y no tiene más agenda que la de mantenerse en el
poder, como una garrapata entre las orejas de un perro.
Leonel es producto y expresión de la miseria de un pueblo, no de sus
anhelos y esperanzas. Es un político sin alas, que no puede mirar hacia
las estrellas, porque está demasiado enterrado entre las alcantarillas.
La República Dominicana va a cargar mucho tiempo con esa rémora.
cleo264@yahoo.com
Copyright ©Sara Pérez y El Nacional, 9 de julio de 2006
Copyright ©Aristófanes Urbáez y Listín Diario, 10 de julio de
2006
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