La Pa’Gina de Gina López Núñez
Atardecer sobre la isla de Manhattan y el Río del Este
Escribir para las páginas sociales de un
periódico es una de las tareas más aburridas del periodismo. Cualquiera
periodista que lo hiciera alguna vez sabe que es preferible escribir los
horóscopos que una columna o noticias sociales. Con los horóscopos, uno
por lo menos tiene la libertad de cambiar los textos de los signos con
resultados asombrosos (“eres un mago: soy capricornio, y hoy me
anunciaste que conocería a alguien especial, y sorpresa, ¡acabo de
conocer a alguien”; “eres divino, soy acuario, y me anunciaste que
conocería a alguien súper especial, y mira qué extraño, ¡lo acabo de
conocer”). Con las sociales, todo consiste en una lista de nombres que
la mayoría de lectores desconocen en su gran mayoría, cuando no
totalmente.
Pero si escribir una columna o noticias sociales es todo un tedio es
justo imaginarse que leerlas debe de ser más aburrido aún —al menos que
uno la esté leyendo sólo para leer si el nombre de uno está en el mismo
párrafo o en la misma página con el nombre de la esposa o la hija del
presidente. Claro, una ha de suponer también que en realidad hay
personas, por razones diversas, que encuentran cierto tipo de consuelo,
cierto tipo de satisfacción, leyendo las sociales para saber qué hacen y
dónde lo hacen, los famosos, los ricos —la realeza del país donde uno,
por puro accidente geográfico, tuvo la suerte o la desdicha de nacer.
Para nosotros, las páginas sociales nunca merecieron siquiera una mirada
o una lectura superficial. Y aunque esto es de por sí una medida
extrema, ni siquiera se asemeja a la posición de nuestra ex: cuando
llegaba el periódico, ella sacaba las secciones de deportes y la de
negocios, y las tiraba a la basura.
Sin embargo, recientemente, mientras estudiábamos la estructura de los
periódicos dominicanos, nos encontramos con una agradable sorpresa en el
periódico El Caribe: una columna de sociales que de hecho daba
placer leer.
La columna, que con el título de “La Pa’Gina” nos indica que hay detrás
de ella una persona de mucha creatividad, a veces se lee como todo un
buen relato con una estructura dispareja. La escribe alguien de nombre
Gina López Núñez, y leyendo algunas de sus columnas, uno no puede evitar
preguntarse por qué alguien con tanto talento no está escribiendo
literatura.
Lo que la destaca de cualquier otra persona joven escribiendo en la
República Dominicana (por lo menos, de las que conocemos) no es
solamente su humor sobrio y directo, sino que su prosa —con muy pocas
excepciones—, tiene una precisión deslumbradora.
Muchas veces, las palabras sobran. Este podría ser uno de esos casos.
Sólo hay que leer una de sus columnas, la del domingo 31 de julio de
2005:
La Pa’Gina
Gina López Núñez
Los niños en los cumpleaños son como el proceso
de cicatrización de una cirugía plástica. En la mayoría de los casos, no
se sabe cómo van a reaccionar hasta el momento de la verdad.
Los hay que le tienen un miedo atroz a los payasos y los padres vienen a
darse cuenta ese mismo día, después que contrataron los servicios de
“Bonchecitos”, y el “tiguerito” se la pasa dando gritos (con “jipíos”) y
sale en todas las fotos con los ojos desorbitados, como si lo
persiguiera la deuda externa.
A otros niños, luego de 20 horas de “taller de concientización” con
frases lapidarias tales como “ese regalo es para tu amiguito” o “hay que
compartir”, cuando llegan a la fiesta se les olvida todo lo ensayado,
hacen un show y solo entregan el obsequio bajo amenazas.[…]
Ya de adultos, uno, aunque le sigue teniendo miedo a los payasos (sobre
todo a los que andan en los bares) y le da pique entregar el regalo,
como que coge juicio y mantiene una serena y saludable postura social en
los aniversarios de sus amistades.
La semana pasada se celebró un cumpleaños en un muy exclusivo club de la
ciudad. Un amigo, amablemente hizo su gestión y consiguió las
instalaciones del piano bar para la mencionada reunioncita. Cuando la
fiesta estaba en sus buenas y se consumían más burbujeantes bebidas
espirituosas que botellitas de agua en el maratón de Nueva York,
hicieron su entrada 4 bailarines de samba, con plumas y todo, y
encendieron la pista.
Por alguna extraña razón solamente comparable en misterio a porqué nunca
sobran fritos verdes en la mesa, el amigo bajo los efluvios del alcohol
decidió que ya estaba bueno y que había que terminar la fiesta… que no
era suya. Esto provocó que el cumpleañero se molestara y casi se
manotearan vigorosamente, en lo que los invitados se marchaban tirando
“chuipis”. […]
Trasladémonos de nuevo a Aura. (¿Ya?)
¿El protagonista? Un conocido “fashionista” que hizo parada antes de
desplazarse a Romana, donde cumpliría con otra invitación. ¿La hora?
5:23 de la tarde.
El soltero codiciado luego de compartir amenamente en el soleado entorno
de salina diversión –y ante la prematura caducidad de su gelatina de
pelo por las inclemencias del salitre en combinación con la brisa– le
dijo muy serio a sus acompañantes: “Tenemos que irnos, que me estoy
despeinando ya”. Dicho y hecho. Sin necesidad de desbaratar fiesta
ajena…
Copyright ©Gina López Núñez y El Caribe, 31 de julio del 2005
4:24 PM