La Pa’Gina de Gina López Núñez

Domingo, 4 de septiembre de 2005Ramón Paredes

 


Atardecer sobre la isla de Manhattan y el Río del Este


Escribir para las páginas sociales de un periódico es una de las tareas más aburridas del periodismo. Cualquiera periodista que lo hiciera alguna vez sabe que es preferible escribir los horóscopos que una columna o noticias sociales. Con los horóscopos, uno por lo menos tiene la libertad de cambiar los textos de los signos con resultados asombrosos (“eres un mago: soy capricornio, y hoy me anunciaste que conocería a alguien especial, y sorpresa, ¡acabo de conocer a alguien”; “eres divino, soy acuario, y me anunciaste que conocería a alguien súper especial, y mira qué extraño, ¡lo acabo de conocer”). Con las sociales, todo consiste en una lista de nombres que la mayoría de lectores desconocen en su gran mayoría, cuando no totalmente.

Pero si escribir una columna o noticias sociales es todo un tedio es justo imaginarse que leerlas debe de ser más aburrido aún —al menos que uno la esté leyendo sólo para leer si el nombre de uno está en el mismo párrafo o en la misma página con el nombre de la esposa o la hija del presidente. Claro, una ha de suponer también que en realidad hay personas, por razones diversas, que encuentran cierto tipo de consuelo, cierto tipo de satisfacción, leyendo las sociales para saber qué hacen y dónde lo hacen, los famosos, los ricos —la realeza del país donde uno, por puro accidente geográfico, tuvo la suerte o la desdicha de nacer.

Para nosotros, las páginas sociales nunca merecieron siquiera una mirada o una lectura superficial. Y aunque esto es de por sí una medida extrema, ni siquiera se asemeja a la posición de nuestra ex: cuando llegaba el periódico, ella sacaba las secciones de deportes y la de negocios, y las tiraba a la basura.

Sin embargo, recientemente, mientras estudiábamos la estructura de los periódicos dominicanos, nos encontramos con una agradable sorpresa en el periódico El Caribe: una columna de sociales que de hecho daba placer leer.

La columna, que con el título de “La Pa’Gina” nos indica que hay detrás de ella una persona de mucha creatividad, a veces se lee como todo un buen relato con una estructura dispareja. La escribe alguien de nombre Gina López Núñez, y leyendo algunas de sus columnas, uno no puede evitar preguntarse por qué alguien con tanto talento no está escribiendo literatura.

Lo que la destaca de cualquier otra persona joven escribiendo en la República Dominicana (por lo menos, de las que conocemos) no es solamente su humor sobrio y directo, sino que su prosa —con muy pocas excepciones—, tiene una precisión deslumbradora.

Muchas veces, las palabras sobran. Este podría ser uno de esos casos. Sólo hay que leer una de sus columnas, la del domingo 31 de julio de 2005:



La Pa’Gina
Gina López Núñez

Los niños en los cumpleaños son como el proceso de cicatrización de una cirugía plástica. En la mayoría de los casos, no se sabe cómo van a reaccionar hasta el momento de la verdad.

Los hay que le tienen un miedo atroz a los payasos y los padres vienen a darse cuenta ese mismo día, después que contrataron los servicios de “Bonchecitos”, y el “tiguerito” se la pasa dando gritos (con “jipíos”) y sale en todas las fotos con los ojos desorbitados, como si lo persiguiera la deuda externa.

A otros niños, luego de 20 horas de “taller de concientización” con frases lapidarias tales como “ese regalo es para tu amiguito” o “hay que compartir”, cuando llegan a la fiesta se les olvida todo lo ensayado, hacen un show y solo entregan el obsequio bajo amenazas.[…]

Ya de adultos, uno, aunque le sigue teniendo miedo a los payasos (sobre todo a los que andan en los bares) y le da pique entregar el regalo, como que coge juicio y mantiene una serena y saludable postura social en los aniversarios de sus amistades.

La semana pasada se celebró un cumpleaños en un muy exclusivo club de la ciudad. Un amigo, amablemente hizo su gestión y consiguió las instalaciones del piano bar para la mencionada reunioncita. Cuando la fiesta estaba en sus buenas y se consumían más burbujeantes bebidas espirituosas que botellitas de agua en el maratón de Nueva York, hicieron su entrada 4 bailarines de samba, con plumas y todo, y encendieron la pista.

Por alguna extraña razón solamente comparable en misterio a porqué nunca sobran fritos verdes en la mesa, el amigo bajo los efluvios del alcohol decidió que ya estaba bueno y que había que terminar la fiesta… que no era suya. Esto provocó que el cumpleañero se molestara y casi se manotearan vigorosamente, en lo que los invitados se marchaban tirando “chuipis”. […]

Trasladémonos de nuevo a Aura. (¿Ya?)

¿El protagonista? Un conocido “fashionista” que hizo parada antes de desplazarse a Romana, donde cumpliría con otra invitación. ¿La hora? 5:23 de la tarde.

El soltero codiciado luego de compartir amenamente en el soleado entorno de salina diversión –y ante la prematura caducidad de su gelatina de pelo por las inclemencias del salitre en combinación con la brisa– le dijo muy serio a sus acompañantes: “Tenemos que irnos, que me estoy despeinando ya”. Dicho y hecho. Sin necesidad de desbaratar fiesta ajena…


Copyright ©Gina López Núñez y El Caribe, 31 de julio del 2005



4:24 PM


 
 

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