Pitas Payas: Análisis Crítico
de los Comentarios Literales del Episodio
Ramón Paredes
Introducción.
A pesar del notable progreso hecho durante el presente siglo
por los críticos que han estudiado el Libro de buen amor[1], hay
investigadores que creen que el Libro no ha recibido la adecuada
atención crítica. Así, A. D. Deyermond[2] (uno de los más célebres, sino
distinguidos, investigadores medievales), cree que, aunque la crítica
del Libro ha visto “avances sólidos” (“one of the most solid
advances in Libro de buen amor criticism of the past three
decades”, escribe, “has been the recognition that parody plays an
important part in the work”, p. 53), el texto medieval no ha recibido la
“adecuada atención crítica”. “It was once possible not merely for a
mediocre commentator like Julio Puyol y Alonso to write an Estudio
crítico on the Archpriest with only an occasional censorious comment
on the poet’s irreverence in one or two of the more obvious parodies”,
añade, “but even for Menéndez y Pelayo to overlook the question in the
chapter of the Antología de poetas líricos castellanos that he
devotes to the Libro” (p. 53).
Otros especialistas medievales, no tan célebres como Deyermond,
han indicado otras limitaciones. Así, como indica María Rosa Monocal[3]
en su reseña de El lenguage erótico medieval a través del Arcipreste
de Hita de Vicente Reynal, un número de críticos ha indicado que
“Juan Ruiz's remarkable work has not received the kind of sophisticated
critical attention one might expect” (p. 228). Menocal también cita el
artículo de Louise Vasvari[4], donde la Vasvari “laments essentially the
same problem, that of a body of criticism of the work in great measure
unappreciative of its literariness” (p. 228).
Independientemente si uno está no no de acuerdo con Deyermond,
Vasvari e incluso doña Menocal, la verdad es que hay todavía en el texto
medieval un número de preguntas que necesitan ser contestadas para
explicar mejor la riquísima obra de Juan Ruiz, arcipreste de Hita. Uno
podría pensar, por ejemplo, en el aspecto bibiográfico (i.e. ¿quién era
realmente Juan Ruiz?), en el aspecto bibográfico (¿cuáles fueron las
fuentes literarias?) e incluso en transcripción (¿cuál de los tres
manuscritos es el que mejor sigue el “original” de Juan Ruiz?).
En efecto, tanto Francisco J. Hernández[5] como Henry Ansgar
Kelly[6] han aportado informaciones fundamentales para la biografía de
Juan Ruiz; pero, sin embargo, ninguno de los dos distinguidos profesores
prueba quién era realmente Juan Ruiz o si el nombre y oficio (Juan Ruiz,
arcipreste) son ficticios. Su contribución, sin embargo, es
significativa. Como ha indicado G.B. GybbonN-Monypenny, en su edición
del Libro, “la coincidencia de nombre, oficio y fecha [ofrecidos
por Hernández] es significativa. Reduce enormemente la probabilidad de
que en el Libro
sean ficticios: si existía ya en realidad un Juan Ruiz, Arcipreste de
Hita, contemporáneo, ¿quién iba a inventarle como pseudónimo, como
personaje ficticio?” (pp. 8-9).
En cuanto a las fuentes literarias, a pesar de las
contribuciones de investigadores tan importantes como Américo Castro,
Gybbon-Monypenny e incluso Emilio García Gómez, todavía hay un número
cuentos, visiones y temas de los que no se conocen sus orígenes (es
decir, las fuente literarias). Más aún, algunas de las influencias y
orígines atribuídas a Juan Ruiz, han sido cuestionadas. Así, por
ejemplo, Américo Castro[7] creyó que el tratado El collar de la
paloma de Ibn Hazm de Córdoba tuvo una “influencia profunda” en el
Libro; sin embargo, Gybbon-Monypenny[8] rechaza, por lo general,
esta teoría y ofrece otras influencias (veáse, por ejemplo, pp. 71-80).
Otros críticos, mientras tanto, han mencionado la influencia del
Roman de la rose. Sin embargo, hasta este día, como indica John V.
Fleming[9], aunque el autor del Libro “clearly has much in common
with Jean de Meun, both in theme and poetic vision,” “there is no
evidence that the Archpriest of Hita ever read the Roman” (p.
86). García Gómez[10], mientras tanto, en su versión de El collar de
la paloma, vuelve a las teorías de Américo Castro e indica que no
hay envidencia de que el autor del Libro leyó alguna vez el
Collar: “El precioso libro de Ibn Hazm debió de circular muy poco;
es libro aristocrático y muy díficil, y se halla separado del «Buen
Amor» por verdaderos abismos de diferencias espirituales” (p. 81)
Pero éstos no son sólo los problemas que aún nos plantea el
Libro de buen amor. Así, hay en el Libro un número de
problemas lingüísticos, como también un número de paisajes oscuros, que
todavían no están claros —o, por lo menos, no del todo. Por ejemplo,
sería ideal establecer la función del narrador (qué es diálogo y qué
narración) e incluso la ambigüedad en el aspecto didáctico de la obra
(i.e., la “correcta” interpretación en relación con los “consejos” que
da Juan Ruiz). Pero, más que todo, es necesario aclarar un número de
pasajes que no han sido explicados totalmente, por lo menos
convicentemente.
Uno de esos pasajes es el enxienplo de Pitas Payas[11]
(vv. 474-485).[12]
El
enxienplo
y los críticos.
Los tres comentarios inciales más inteligentes, si no más
importantes (que sepamos) que se hicieron sobre este enxienplo
fueron expuestos por Cejador y Fracua, en su edición del Libro,
Félix Lecoy[13] y María Rosa Lida de Malkiel[14].
“El único lugar donde se cita este cérvido [¿el animal con
cuernos?] es en el Cancionero de Baena (362)”, escribió Cejador y
Fracua: «“Señor Juan Alfonso, pintor de taurique,/ qual fué Pitas Payas,
el de la fabilla.” No sé si aquí se aludirá al libro del Arcipreste ó al
cuento que sería tradicional» (p. 177, nota a 474).
“Le même thème”
del enxienplo, escribe Lecoy, “réapparaî chez un très grand
nombre de conteurs, tant français qu’italiens” (p. 158). “Mais le conte
de Juan Ruiz”, añade, “présente une autre particularité: les
personnages, sans compter l’origine nordique que l’auteur leur attribue,
s’y expriment en un jargon barbare et comique qui semble bien être une
sorte de sabir franco-espagnol”: ayan, corder, petid, madona,
altra, novo, volo, vollaz, pode, monseñor, el cual “dans l’hypothèse
d’un language italo espagnol” (p. 159).
El enxienplo, escribe la distinguida profesora Lida de
Malkiel, es probablemente de “origen francés”: “el cuento malicioso de
Pitas Payas, pintor de Bretaña... [es un] verdadero fabliau en
tema, estructura y tono licencioso, cuyos personajes son franceses y
chapurrean el español a la francesa o provenzal, de modo que, recitado
por un juglar... haría desternillarse de risa a un auditorio castellano”
(p. 18).
La crítica, en cierta forma, ha seguido tratando de encontrar
la fuente literaria del enxienplo. Así, Gybbon-Monypenny ha
indicado el ejemplo de Elena y París, en Ars Amatoria de Ovidio
(II, vv. 357-372): “el paralelo con el enxienplo
de Pitas Payas es bastante exacto” (p. 207). Joan Corominas, cree que
“hay semejanza muy considerable [entre el Libro y] la anédota del
Rhythmus De Mercatore. ” La anécdota, cuenta Corominas, cuenta “la
historia del mercader ausente durante siete años, cuya esposa pretende
haber consebido de los abrazos que recibía en sueños de su marido
lejano; texto latino, quizás escrito en el Norte de Italia en el siglo
XII”. “Parece ser”, concluye, “una de las fuentes fundamentales” (p.
200).
Pero la crítica ha dirigido su atención, también, a otros
problemas que presentan los manuscritos. Sin embargo, los críticos aún
no se han puesto de acuerdo sobre la orientación del enxienplo
(es decir, ¿es el enxiemplo
una parodia de los franceses?), sobre algunos nombres (“Bretaña”,
Fr[l]andes), sobre algunas frases, e incluso sobre algunos errores
aparentemente cometidos por los copistas (“pobló la posada”).
Los
problemas del enxienplo.
El primer problema que presenta el enxienplo es, como se
ha indicado antes, el nombre del pintor: ¿es Pitas Payas o Pitas
Pajas?[15] En el Libro,
paja aparece sólo cuatro veces más, en adición a las veces que
aparece en el enxienplo: «“E bien ansí acaesçió a muchos e a tu
amo:/ prometen mucho trigo e dan poca paja tamo”» (101b,
Gybbon-Monypenny: 130); «“Por que tiene tu vezino más trigo que tú
paja,/ con tu mucha envidia levantas le baraja”» (284a, 164); «“El
fue muy vil tornado e de las bestias egual:/ comía yervas montessas
commo buey, paja e ál, / de cabellos cobierto, como bestia atal”»
(306b, 168); y la descripción de agosto en la tienda de amor, v. 1295c:
“El primero comía las uvas ya maduras;/ comía maduros figos de las
figueras duras;/ trillando e ablentando aparta pajas puras;/ con
él viene otoño con dolençias e curas” (378).[16]
Aquí, por lo visto, paja es una derivación del latín
palea, la cual aparece ya en un documento de Berceo, fechado en
1210, con el sentido de “‘cascabillo de los cereales’, ’paja
quebrantada’”, como indica Joan Corominas[17] (1981:4me-re 342; 1980: 433).[18]
Pero, como ha explicado Ramón Menéndez y Pidal[19], “en
aragonés y leonés antiguo prevalece la dorsal prepalatal de la y
y lo lateral de la
l, resultando la dorsal prepalatal lateral ll; en
castellano prevalece lo palatal y central de la y, contribuyendo
la l sólo a estrechar el canal hasta producir la z
o j antigua; en leonés la ll por lo común se hizo y
en una época muy antigua (mujer)” (p. 152). Payas,
entonces, fue el producto de una lectura regional del copista [20]. Más
aún, en su Orígenes del español: estado lingüístico de la península
ibérica hasta el siglo XI [21], el profesor Menéndez y Pidal indica
que “la pronunciación z (después j
moderna) en oreja, paja, etc., en vez de la ll e y
que pronuniciaban el gallego, el leonés, el catalán y los demás
romances” era común en una “área bastante” extensa en la Península, en
el siglo X (§1001: 491).
En los dos manuscritos que contienen el enxienplo, por
lo general (recuérdese que en el manuscrito G el nombre del pintor sólo
aparece tres veces: título, 474c y 476a), en G aparece payas;
en S,
pajas.
Un número de críticos, incluyendo María Rosa Lida Malkiel (p.
18), Margherita Morreale[22] (BRAE2 B 3: 92) y Gybbon-Monypenny (pp.
207-210), siguiendo las conclusiones de Menéndez Pidal, sustituyen la
y por j
y leen Pajas. Cejador y Fracua sigue ambos manuscritos, S
y G (tít., 476a: Payas; 474c, 477b, 480d, 482a, 483a y
485b: Pajas, II: 177-180).
Sin embargo, otro número de críticos, incluyendo Lecoy (p. 158)
y Corominas (pp. 200, 202, 221, 222), leen Payas. “La variante
incorrecta Pajas
es ultracorrección,” explica Corominas, “por parte del joven [Alfonso
de] Paradinas [copiador del manuscrito S], de un supuesto
leonesismo, la cual no cometen ni G ni el maestro salmantino de
aquél, al cual se deberán las rúbricas de S. Lo que se lee en el
Cancionero de Baena (362) es también Pitas Payas” (pp. 200,
202).
Pero, ¿qué añade, por ejemplo, la lectura un poco extrema de
Corominas, Lecoy? Para empezar, en el apellido, uno podría argumentar,
payas
añade un simbolismo que no tendría en pajas. Así, aunque, como se
indica en el Diccionario de Autoridades (5 O-Z: 172), payo,
paya, del latín rusticus, agrestes, como adjectivo y con el
sentido de “agreste, villano... ó ignorante” no aparece si no en 1548,
en Las musas de Quevedo (Musa VI, Romance 88): “Pero el angéo
atisbaba/ una bayeta de záimo,/ por material de xergónes,/ y de camísas
de payos”, es muy posible que la palabra, vieniendo del latín,
fuera usada en la baja edad media, ya sea en las biblias romanceadas del
siglo XII o en algún romance del siglo XIII o XIV.
En cualquier caso, si uno estuviera de acuerdo con esta lectura
extrema, esto no explica en su totalidad el problema del nombre Pitas
Payas, porque, desafortudamente, pitas no aperece antes o
después en el Libro. De hecho, las palabras más cercanas a
pitas en el vocabulario ruiziano es pit, en v. 52b: “Fueron a
un vellaco muy grand e muy ardid:/ dixieron le: ‘Nós avemos con griegos
nuestro conbit/ para disputar por señas: lo que tú quesieres pit,/
e nós dar te lo hemos; escusa nos desta lid’” (Gybbon-Monypenny: 119).
Tanto las lecturas de Cañas Murillo (p. 73) y Blecua (p. 15), y
Corominas difieren de la de Gybbon-Monypenny: “Fueron a un vellaco muy
grand e muy ardid:/ dixiéndole: «Nós avemos con griegos nuestro conbid/
para disputar por señas; lo que tú quesieres pid’/ e nós dártelo
emos; escúsanos d’esta lid»” (Cañas Murillo; Blecua); “Fuéronsë a ün
vellaco, muy grande ë muy ardid;/ dixiéronle: «Nos avemos con griegos
nuestro conbit/ para disputar por señas; lo que tú quesieres pit,/
e dártelö emos nos: escúsanos d’esta lit»” (Corominas: 95).
En cualquier caso,
pit aquí es usado como pedir—es decir, pedir.
Evidentemente, Juan Ruiz usa la forma pit (según la lectura de
Corominas y Gybbon-Monypenny) para rimar con ardit, combit y lit
(Corominas) o ardid, conbit y lid (Gybbon-Monypenny); y pid’
para rimar con ardid, conbid y lid (según las lecturas de Cañas
Murillo y Blecua), porque en otras dos ocasiones en el Libro,
Juan Ruiz usa pedir: v. 201c—“Suben sobre la viga quantas podían
sobir;/ dixieron: ‘Non es este rrey para lo nós servir.’/ Pidieron rrey
a don Júpiter como lo solían pedir:/ don Júpiter con saña ovo las
de oir” (Gybbon-Monnypenny: 149); y v. 358a—“‘Fallo que la gulpeja pide
más que non deve pedir:/ que de egual, en criminal, non puede
rreconvenir’” (Gybbon-Monypenny: 181). Otras formas de pedir
aparecen 42 veces: pedides (713b, 1034b); pedidor
( 558d); pediere (453c, 1033b); pida (525a); pidas
(572a); pide (33c, 350a, 358a, 525c; 713b; 956a, 1002c); piden
(143d, 346d, 350d, 525d, 781c); pides (485a, 1005d); pidias
(250c); pidiendo (284d, 606c); pidiere (1629c);
pidieres
(489c, 1002d); pidieron (198d, 199d, 201c, 340b); pidio
(133b, 902b); pidistes (205a); pido (328b, 339d, 684d,
1671a, 1633c, 1641a, 1663h); y pidre (587a).
Sin embargo, a sabiendas de que Juan Ruiz usualmente nombraba
sus personajes con nombres extremedamente simbólicos (por lo menos
aquellos nombres que no eran propios de la época, i.e. Melón,
Trotaconventos, Tornavacas, etc.) sería ingenuo pensar, entonces, que el
copista cometió un error y escribió Pitas en vez de Pits.
Mientras tanto, pita
tiene dos definiciones en el Diccionario de autoridades (5 o-z:
284): “Planta que vino de Indias, algo semejante a la higuera de tuna...
dentro de ella se cria una especie de hierba, de la qual seca se hace el
hilo que llaman de pita” y “Voz con que se llama a las gallinas. Formóse
por la figura Onomatopeya del sonido de la voz”. Corominas (1980: 461)
la fecha en 1561: “’hilo que se hace con las hojas del maguey’. Origen
incierto; si es procedencia americana (lo cual no puede aseguarse) es
más probable que venga de las Antillas”. El profesor Corominas da,
entonces, pito, diferenciándolo de la pita
que da el Diccionario, y fechádolo en 1490: “onomatopeya del
silbido”.[23]
Ahora bien, si hubiera una forma de probar que pita,
como “voz con que se llama a las gallinas”, era usada ya en el siglo
XIV, Pitas Payas (es decir, voz con que se llama a las gallinas y
rústico, ignorante) suena exactamente al tipo de simbolismo que Juan
Ruiz usa para nombrar a sus personajes. De esto modo, también, uno de
los problemas del enxienplo
quedaría resuelto. [24]
El
segundo problema.
El segundo problema que plantea el enxienplo aparece en 474c:
“Era don Pitas Pajas un pintor de Bretaña”. ¿Escribió Juan Ruiz
“Boltaña”, y el copista se confundió y escribió Bretaña? ¿O escribió
Juan Ruiz “Bretaña”, y todo el dialecto del esposo, por ejemplo, es una
“mala parodia del francés”?
G. B. Gybbon-Monypenny, que ha sido quizás el crítico que le ha
puesto más importancia al nombre, no ofrece una solución definitiva: «Bretaña:
Este nombre ha inducido a varios críticos a suponer que lo que hablan el
pintor y su esposa es una mala parodia del francés. Pero Corominas [pp.
200, 202]... indica que las formas empleadas corresponden a lo que sería
de esperar en la zona fronteriza entre el NO. de Cataluña, el NE. de
Aragón y la zona occitánica del otro vertiente del Pirineo. ¿Por qué
Bretaña, pues? Es lógico pensar en una alusión irónica a los
romances del famoso ciclo bretón, aunque no se ve bien por qué. Pero es
curioso el hecho que en la Crónica geral de Espanha de 1344 (ed.
F. Lindley Cintra, Lisboa, 1954), t. II, cap. xxiii, pp. 52-53, se habla
de “do termho de Bretaña”, entre Lérida y Huesca. En las versiones
castellanas, se lee “término de Bretaña”, y en su edición (Crónica
general de España de 1344, Madrid, 1971, cap. xxxix, pp. 48-49),
Diego Catalán supone que en el Ms. original de la versión portuguesa, se
leería Boltaña. Pero en vista de la coincidencia de que Juan Ruiz
hiciese hablar un dialecto apropiado a la zona de Boltaña a un pintor
“de Bretaña”, hemos de plantear la cuestión de si la confusión se
extendía más allá de los copistas de la Crónica» (pp. 207-208,
nota a 474c).
En lo que concierne a Bretaña, dos de las observaciones del
distinguido profesor Gybbon-Monypenny no nos parecen válidas: (a) Cuando
Juan Ruiz escribe parodias, las escribe bien[25] ; por lo tanto, resulta
díficil pensar que Bretaña aparezca simplemente como “una alusión
irónica a los romances del famoso ciclo bretón”; y (c) no tenemos la
autoridad para contradecir al profesor Gybbon-Moneypenny, pero nos
resulta díficil pensar que Juan Ruiz, con el conociemiento de las
culturas europeas que demuestra en el Libro, “hiciese hablar un
dialecto apropiado a la zona de Boltaña a un pintor ‘de Bretaña’”
puramente por “confusión”.
Sin embargo, es valioso el descubrimiento de Gybbon-Moneypenny
de la mención de Boltaña
en la tradución de Diego Catalán de la Crónica general de 1344.
Anque la palabra Boltaña sugiere dos probabilidades díficiles de
probar (tanto el copista portugués, al escribir Bretaña, como el
mismo Catalán, al asumir que el copista original se confundió, pudieron
haberse confundido), por lo menos deja una posibilidad abierta: que
existió un pueblo entre los de Lérida y Huesca llamado Boltaña.
Por el momento, sin embargo, hay que estar abierto a
posibilidades —por muy incleíble que parezcan.
El
tercer problema.
El tercer problema que presenta el enxienplo aparece en
el siguiente verso: don Pitas Payas “casó se con muger moça, pagava se
de compaña” (Gybbon-Monypenny: 207). ¿Quién es el sujeto de págava se?
¿La moza? ¿Pitas Pajas?
Según Margherita Morreale, primero en su artículo sobre el
Libro (BRAE2: 284) y después en sus apuntes “sugeridos
por la edición de Joan Corominas” (HR2: 286), el sujeto es la
novia, de la que desde un principio se anuncia que no podía estar sola
(so pena de sucederle lo que ‘a todas las mujeres’; cf. 525b et v. D
13.211)” (HR2: 286).
Joan Corominas, sin embargo, que no estuvo de acuerdo con la
primera interpretación de Morreale (i.e. el sujeto era la mujer, y que
ésta se casa porque continuamente necesita un hombre), cree que el
sujeto es Pitas Payas: “Literalmente”, escribe, “sólo dice que [Pitas
Payas] se casó porque pagaba o le gustaba vivir acompañado. Pero como el
poeta pone muy de relieve lo ‘moza’ que era [la novia], le notamos aquí
una sonrisa algo socarrona: [Pita Payas] no se casaba sólo para hacerse
compañía” (p. 202, nota a 474b).
La misma difrencia de interpretación puede verse entre los
editores de versiones modernizadas del Libro: hay quienes creen
que la moza es el sujeto, y hay quienes creen que el sujeto es Pitas
Payas. Así, el sujeto es Pitas Payas: “Del que olvidó a la dueña te
contaré la hazaña;/ si creyeres que es burla, dime tú otra tamaña./
Érase Pitas Payas, un pintor de Bretaña,/ casó con mujer moza, gustaba
su compaña” (p. 129), según Nicasio Salvador Miguel.[26] El sujeto es la
mujer: “Dejó uno a su mujer (te contaré la hazaña);/ si la estimas en
poco, cuéntame otra tamaña)./ Era don Pitas Payas un pintor de Bretaña,/
casó con mujer joven que amaba la compaña” (p. 94), según María Brey
Mariño.[27]
Es nuestra opinión, sin embargo, que aunque la lectura de
Morreale y sus argumentos nos parecen a veces convincentes, el sujeto es
ciertamente el marido.
Pero, en cuanto a la teoría de Corominas de que “la sonrisa
algo socarrona” debido al uso de la palabra “moza”, la creemos
inválidas: Juan Ruiz enfatiza “moza”, como “joven”, para explicar,
creemos, su comportamiento durante la ausencia del marido: como es
joven, “por la noche”, “requiere” un hombre. Más aún, no hay indicación
en el texto, por ejemplo, de que Pitas Payas “disfrutó” de la moza antes
de partir para Fl[r]andes—por lo tanto el hombre es aún más “necesario”.
El
cuarto problema.
El cuarto (y mayor) problema aparece en la siguiente estrofa:
«“Ante el mes complido, dixo él: ‘Nuestra dona, yo volo ir...’”» (475a:
208).
Tanto en el manuscrito G como S lee nra dona,
mientras en T
lee nostra do. Como indica Gybbon-Moneypenny (208, nota a 475a),
dona
es la forma catalana de dueña o señora mía (lo cual, según Corominas:
202, nota a 475a, era “la expresión familiar empleada en tal caso en”
catalán occitano). Pero, ¿de dónde sale un “pintor de Bretaña” hablando
catalán? Si la fuente es francesa e italiana, como indica Lecoy
(158-159), ¿de dónde aparece el catalán?
El distinguido profesor Corominas ofrece algunas respuestas.
“Las formas de la jerga de Pitas Payas”, escribe, “son mucho más
catalano-occitanas....[28] que francesas...[29] La mezcla pudo ser en
parte intencionada (de hecho acentúa la comocidad), pero también
involuntaria, por conocimiento incompleto de la lengua de Oc[citano],
que los castellanos oían más que el francés, pero menos que el catalán y
el aragonés, más próximos y algo más familiares, formando ellos una
especie de bloque occitanoide con todas las hablas al Nordeste de
Castilla; en todo caso, nada hay ahí de italiano (como pretende [Félix
Lecoy en Recherches sur le «Libro de Buen Amor», p. 159]). Claro
que los copistas de[l manuscrito de la de Biblioteca de la Universidad
Antigua de Salamanca] y de sus modelos agravaron todavía la mezcla
introduciendo más formas estropeadas o castellanizadas” (p. 200, nota a
474 ss.)
No tenemos ni el conocimiento lingüístico ni siquiera autoridad
para contradecir al profesor Corominas; pero es un poco extremo, quizás,
implicar que Juan Ruiz, por ejemplo, tenía “conocimiento incompleto de
la lengua de occitana”, porque, aparte de las palabras que Corominas
denomina “catalanas” (p. 659) que aparen en el enxienplo de Pitas
Payas, hay más de sesenta palabras de orígen “catalán” (p. 659) en el
Libro. Así que nos atrevemos a planetar dos posibles soluciones:
(1) El enxanple
no es de la tradición italiana o francesa sino de la tradición
catalana—aún Baena lo menciona, y como se sabe Baena no era un experto
que digamos en literatura catalana. Juan Ruiz, entonces, lo escuchó de
uno de esos juglares provenzales que debían de pasar por Toledo, Alcalá,
Segovia [o] Burgos—las zonas, como indica Blecua, que Juan Ruiz conocía
bien (p. XV).
Y (2) Juan Ruiz escribió el enxienplo durante una época
en que éste estaba totalmente sumergido (i.e., vivía en un pueblo
provenzal) en el idioma occitano.
Así, esto explica por qué, por ejemplo, palabras
catalan-occitanas aparecen más a menudo en las últimas tiradas (i.e.,
entre 1150 y 1650: por lo menos treinta palabras[30] ), y por qué se
acentúa en ciertas tiradas (que probablemente fueron escritas durante la
última revisión) y desaparece en otras. Es el mejor ejemplo, quizás, la
descripción de la mujer “perfecta”—especialmente entre 439a y 455d (por
ejemplo, mal de: 439b; mar dir: 447b; manter, mantós:
455d)—, y en el “pleito [del] lobo e la Rraposa”—bogia:
323c, bareja: 324d,[31] etc.
El
quinto problema.
El quinto problema aparece en la misma tirada: «“Ante del mes
conplido, dixo él: ’Nuestra dona,/ yo volo ir a Frandes; portaré muita
dona.’”» (475, 208).
El problema, en este caso, comienza con los manuscritos. Como
se ha dicho antes, sólo el manuscrito de Salamanca tiene el enxienplo
completo. Los versos 475a y b, por suerte, aparecen también en G.
Sin embargo, en este caso, esto agrava el problema. Así, copista del
manuscrito S
leyó Frandes, mientras el copista de G escribió primero
Francia, el cual fue corregido más tarde (cuándo, no se sabe; por
quién, tampoco se sabe) por Frandes.
Según el distinguido profesor Corominas, el problema tiene una
simple solución: “Quiero irme a Flandes y traeré (cat., occit. portar)
muchos dones, regalos. Por supuesto, es a Flandes adonde quiere pasar
este mercader, viaje típico para los de su clase, como el de la Dança
de la muerte (v. 305). Pero quizás la forma empleada por J. Ruiz fue
Flandes, y no la variante leonsea Frandes, pues... hay que
advertir que aquí G había escrito primero Francia (¿o
França?) por error, y auqnue luego se corrigió pudo olvidarse de
enmedar la líquida” (202, nota a 475b).
De nuevo, sería ingenuo tratar de corregir al distinguido
profesor Corominas—probablemente, hoy en día, sólo la profesora Morreale
tendría la autoridad para corregirlo. Sin embargo, nos permitiremos
hacer tres observaciones:
(a) No se ha podido establecer aún cuándo fueron re-copiado los
manuscritos. Así, Jesús Cañas Murillo ofrece un resumen de las teorías
sobre las fechas de los manuscritos y de las versiones que siguieron: el
profesor Cañas Murillo cree que la primera versión del Libro “se
habría realizado en 1330 y que posteriormente, en 1343, se habría
concluído la versión definitiva, de las que los manuscritos G y
S
serían una copia tardía. La presencia exclusiva en el manuscrito S
de las menciones a la prisión del Arcipreste abonarían esta teoría, pues
tal prisión había tenido lugar entre 1330 y 1345, motivo por el que
faltan en T. En S se incluyen además la oración en verso
inicial, el prólogo en prosa, una cántica de loores de Santa María y los
episodios donde figura la trotaconventos Urraca. Otros críticos, como
Leo Spitzer [en «En torno al arte del Arcipreste de Hita», en
Lingüística e historia literaria. Madrid: Gredos, 1955, pp.
103-160], [Giorgo] Chiarini [en su edición del Libro] o [Jacques]
Joset [en su edición del Libro para Clásicos Castellanos]
mantienen la teoría de una sola redación de la que derivarían los tres
manuscritos, explicándose sus diferencias por las vicisitudes del
proceso de transmisión medieval, en el que los sucesivos copistas
habrían omitido los pasajes que faltan en T” (pp.29-30). Es, por
lo tanto, casi imposible (incluso para el profesor Corominas, con todo
su enorme conocimiento del español y la literatura medieval[32] )
determinar cuál manuscrito se re-copió primero o último—por lo tanto, no
se sabe quién está corrigiendo a quién.
(b) No se puede dar “por supuesto” que Pitas Payas ha ido a
Flandes sólo porque es donde viajan “los de su clase”: lo mismo pudo
haber ido a Roma, Francia, etc.[33]
Y (c) aún los mejores científicos han sido incapaces de
determinar, por el tipo de tinta, papel, etc. usado por un autor o un
pintor, la fecha exacta de un manuscrito o una pintura—por lo tanto, no
se sabe aún si el copista que copió Francia en G fué quien lo
corrigió con Frandes o siquiera cuándo se hizo: inmeditamente, diez años
después, un siglo después.
El
sexto problema.
El sexto problema aparece una estrofa después: “Fue se don
Pitas Payas a ser novo mercadero./ Tardó allá dos años, mucho fue
tardinero;/ fazía se a la dona un mes año entero” (477c).
En el Libro, aún cuando los personajes reflejan, en su
lenguaje, su estado social, el Arcipreste-narrador mantiene una
distancia lingüística, estilística e incluso métrica. Sin embargo, aquí,
con dona, el narrador está usando el mismo idioma de los
personajes—quienes, en este caso, hablan un idioma distinto del
narrador. El problema se repite, quizás, sólo una vez más: en sobre
dicho—“Cató don Pitas Payas”, cuenta el narrador, “el sobredit lugar”
(483a).
¿Han sido estos dos usos del catalán-occitano un error de Juan
Ruiz o de Alfonso de Paradinas, el copista del manuscrito de Salamanca?
El distinguido profesor Corominas ha indicado el problema de
sobredit, aunque ni siquiera menciona la diferencia en dona.
Así, Corominas ofrece una explicación, quizás no suficiente: “el
chapurreo, según la medida del verso [483a]”, cree, “se extendía incluso
a las palabras del guasón narrador; nótese que el empleo estilístico de
sobredit en semejante caso sabe más a prosa trescentesca
catalano-occitana que a verso arciprestil” (204, nota a 483a).
Es arriesgado, quizás, ofrecer una interpretación donde el
crítico o estudiso recurre a técnicas de interpretación moderna para
explicar un texto medieval. Pero, si esto fuera posible, hay una posible
solución. Así, aunque don Pitas Payas se refiere a la figura que pinta a
su mujer como “corder” (“[O, ¿Cómo pode estar? ‘Que yo pinté corder,
e trobo este manjar’”, 483d), el narrador siempre habla del “cordero”—haciendo
una distinción entre narrador y personaje (“Pintol so el onbligo un
pequeño cordero”, 477a; “[cuando la moça tomó un entendedor]
desfizo se el cordero”, 478d; “[quando la moza oyó que venía el
pintor dixo al entendedor que le pintase commo podiese mejor] en aquel
logar mesmo un cordero menor”, 479d). Por lo tanto, en el caso de
dona, Juan Ruiz se está burlando del ingenuo marido—de ahí entonces
“fazía se a la dona”.
Los
otros dos mayores problemas.
Los otros dos mayores problemas del enxienplo aparecen
en 478c (“Commo era la moça nueva mente casada,/ avié con su marido
fecha poca morada; / tomó un entendedor e pobló la posada”), y 483d
(“¿Cómo es esto, madona? O, ¿Cómo poder estar?/ Que yo pinté corder, e
trobo este manjar?”).
Según el distinguido profesor Corominas, “pobló la posada”
implica que la moça “buscó un habitante para la casa; aunque puede haber
doble sentido, menos decente; pues 479b muestra que el amante no fue a
vivir con ella” (202, nota a 478c).[34]
“El amanate”, cree Gybbon-Monypenny, “no fue a vivir con la
esposa (según se entiende por 479b). Por lo tanto..., la expresión debe
entenderse metafóricamente, en un sentido sexual” (208, nota a 478c).
Pero ambos hispanistas basan sus teorías en el verso 479b
([cuando la moça oyó que venía su esposo] mucho de priessa enbrió por el
entendedor”). Esto prueba, como ha indicado la profesora Morreale, que
Corominas, “capacitado como el que más”, “a veces se deja llevar
demasiado lejos por sus conocimientos lingüísticos” (HR1:
149). Así, el distinguido profesor no toma en cuenta, por ejemplo, que
el hecho que el entendedor no estaba en la casa de la moça cuando ésta
“oyó que venía” su esposo, no significa, por sí, que no vivía en la
casa. Por ejemplo, bien podría estar (para ser ingenuo hasta los
extremos) trabajando.[35]
En cuanto a la
palabra manjar, la primera persona en darle gran importancia fue
la profesora Morreale,[36] en BRAE1: 285. Buscando
paralelos en el Libro, Morreale encontró valores alusivos. Pero
“todo ello”, según Corominas, “poco convicente”. “Existen fuertes
razones”, cree, “para sospechar que este manjar sea en realidad,
estropeado por el copista salmantino, nada más que el alto-arag[onés]
mardán, cat[alán]-occid[etano] mardà, cat[alan] marrà
’morueco’ (puesto que la ornamenta del morueco está más desarrollada que
la del carnero). Y aun puede ser que J[uan] Ruiz, no recordando esta
palabra pirenaica más que vagamente, la estropeara él mismo[37]
sujetándola a una metátesis mardán
> *mandar (luego más corrompida por el copista); por lo demás,
dados los hábitos del Arcipreste, lo imperfecto de la rima de estar
con mardán no constituiría en absoluto una objección (204, nota a
483d).
Sin embargo, la profesora Morreale volvió a manjar, en
HR1: 157. “El valor eufemístico de las palabras del
ámbito de la comida”, cree, “han de interpretarse teniendo en cuenta las
circunstancias y los distintos puntos de vista que se entrecruzan; así
manjar... puede aludir por antonomasia a la carne del carnero... [Así,
en 529bc del Libro de] Apolunio: ‘Bien querrié Antinágora
grant auer a dar[/] Que non fuesse entrado en aquella yantar’, donde
yantar
no parece diferenciarse mucho de manjar, en su valor metáf[orico]
de ‘situación molesta’”.[38]
Pero, aunque es indiscutible que la palabra presenta un
problema, tanto Morreale como Corominas han ignorado lo más básico del
problema: la palabra manjar
aquí define lo que el marido encontró (es decir, “un eguado [adulto]
carnero, complido de cabeça, con todo su apero [cuernos]). Manjar,
entonces, sólo implica la cantidad de carne. Así, no hay que
perder la visión del cuento: el esposo pintó un pequeño cordero bajo el
ombligo de la moça, y, como ésta, como muy bien ha indicado el profesor
Salvador Martínez, ha quedado embarazado, ahora el cordero
indudablemente ocupa más espacio físico en el cuerpo de la moça.
CONCLUSIÓN
El
enxienplo de Pitas Payas no representa, sin duda, el fragmento
mejor elaborado o más importante del Libro de buen amor de Juan
Ruiz. Sin embargo, hay en este enxienplo un número de problemas
que demuestran, de una u otra manera, el talento del escritor medieval
español. Así, sólo a nivel lingüístico (para citar un ejemplo) puede
verse la variedad cultural del singular escritor español.
De este modo, los problemas del enxienplo de Pitas Payas
en vez de disminuír la singularidad del libro, la aumenta.
Notas
[1]
Usaremos las ediciones de Alberto Blecua (Barcelona: Planeta, 1983, 258
pp.); Jesús Cañas Murillo (Barcelona: Plaza & Janes Clásicos, 1984, 360
pp.); Julio Cejador y Fragua (Madrid: Clásicos Castellanos, Ediciones de
«La Lectura», 2 vols., 1913; vol. 1: xl + 300; vol. 2: 342 pp.); Joan
Corominas (Madrid: Editorial Gredos, 1973, 670 pp.); G.B.
Gybbon-Monypenny (Madrid: Clásicos Castalia, 1988, 574 pp.); y Jacques
Joset (Madrid: Espasa-Calpe, 2 vols., 2ª edición, 1981; vol. 1: xlvi +
311 pp.,; vol. 2: 347 pp.).
[2] A. Deyermond, «Some Aspects of Parody in the Libro de buen amor»,
en Gybbon-Moneypenny, G.B. Editor. Libro de Buen Amor Studies.
London: Tamesis, 1970, pp. 53-78.
[3] María Rosa Menocal, reseña de El lenguage erótico medieval a
través del Arcipreste de Hita (Madrid: Playor, 1988) de Vicente
Reynal, en Speculum, 66.1 (1991), pp. 228-230.
[4]Louise Vasvari, «Vegetal-Genital Onomastics in the Libro de buen
amor», Romance Philology, 42 (1988), pp. 1-29.
[5]Hernández, Francisco J. «The Venerable Juan Ruiz, Archpriest of
Hita», La Corónica, XIII.1 (Fall 1984), pp. 10-22.
[6]Kelly, Henry Ansgar. Canon Law and the Archpriest of Hita.
Medieval and Renaisance Texts and Studies, 27. Binghamton: Center for
Medieval and Early Renaissance Studies, 1984.
[7]Castro, Américo. La realidad histórica de España. México:
Porrúa, 1954.
[8]Gybbon-Monypenny, G.B. «Autobiography in the Libro de Buen Amor
in the Light of Some Literary Comparisons», Bulletin of Hispanic
Studies, XXXIV [1957], pp. 63-78.
[9]Fleming, John V. The Roman de la Rose: A Study in Allegory and
Iconography. Princenton: Princeton University Press, 1969.
[10] García Gómez, Emilio. Versión. El collar de la paloma.
Madrid: Alianza Editorial, 3ª edición, 1981, 336 pp.
[11] En el manuscrito de la Biblioteca de la Universidad Antigua de
Salamanca (de aquí en adelante, S) —fechado en 1343—, el copista
escribió pajas. Sin embargo, en el manuscrito de D. Benito
Martínez Gayoso (G) y en el de la Biblioteca de la Catedral de
Toledo (T) —fechado en 1330—, se lee payas. La mayor parte
de los críticos ha preferido la versión del manuscrito de Gayoso:
Gybbon-Monypenny (pp. 207-210); Corominas (pp. 221-225); Blecua (pp.
78-80); y Cañas Murillo (pp. 130-132). Otros, como Rigo Mignani, Mario
A. di Cesare y George F. Jones, en su monumental A Concordance to
Juan Ruiz Libro de Buen Amor (Albany: State University Press, 1977,
328 pp), prefieren la lectura del manuscrito S,
pajas (p. 217), y ni siquiera dan la versión del manuscrito G.
[12] En los manuscritos, el enxienplo (es decir, vv. 474-485)
aparece en su totalidad sólo en el manuscrito de Salamanca. Así, en el
manuscrito G sólo parecen 474a-476b —es decir, falta desde 476c
hasta 489c. En T, el enxienplo no aparece. Para colmo,
ninguno de los fragmentos conservados (es decir, los folios conservados
en la biblioteca de Oporto o el folio en el manuscrito de don Alvaro
Gómez de Castro) registra el ya famoso enxienplo. Véase la tabla
que ofrecen Manuel Criado de Val y E. W. naylor en su edición del
Libro (Madrid: CSIC, 2ª edición corregida, 1972) y Cañas Murillo
(pp. 27-28).
[13] Lecoy, Félix. Recherches sur le “Libro de buen amor”.
Farnborough: Gregg International, 1974. English Prologue by Alan D.
Deyermond.
[14] Lida de Malkiel, María Rosa. Dos obras maestras españolas: El
“Libro de buen amor” y “La Celestina”. Buenos Aires: Editorial
Universitaria, 1966, 120 pp.
[15] Hay un número de “erratas” en los manuscritos que quizás no valen
la pena mencionar porque parecen ser simplemente errores del o de los
copistas, como han indicado Criado de Val y Eric W. Naylon en su edición
crítica del Libro. Así, pajaz, con z en vez de s
(v. 477b o pita, sin la s (v. 474c); nostra do, por
nuestra dona; muyta do, por muyta dona; non olvides vra casa njn
la mj persona, por no olvides vuestra casa nin la my persona; fer
for fazer, son erratas y no variaciones.
[16] Otras lecturas: Blecua—“prometen mucho trigo e dan poca paja,
tamo (101b: 22); “porque tiene tu vezino más trigo que tú paja”
(284a: 50); “comia yervas montesas como buey, paja e ál” (306b:
53); y “trillando e ablentando aparta pajas puras” (1295c: 192).
Corominas: “prometen dar mucho trigo e dan poca paja-tamo” (101b:
111); “porque tiene tu vezino más trigo que tú paja” (284a: 161);
“comié yervas montesas como buey, paja e ál” (306b: 169); y
“trillandö e blendando aparta pajas puras” (1295c: 497).
[17] Joan Corominas, Breve dicionario etimológico de la lengua
castellana. Madrid: Gredos, 3ª edición muy revisada y mejorada,
1980, 627 pp. También: Joan Corominas, con la colaboración de José A.
Pascual. Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico.
Madrid: Gredos, 4 vols., 1981.
[18] En el Diciconario de Autoridades (Madrid: Gredos, edición
facsímil, 5 vols., 3ª reimpresión, 1976) de la Real Academia Española,
se dan definiciones similares: “La caña del trigo, cebada, centéno y
otras semillas, después de seca y separada de la espiga ”; “Se toma
también por todo lo que queda después de trilladas las semillas, y
apartado el grano” (5, O-Z: 80).
[19] Menéndez Pidal, Ramón. Manual de gramática histórica española.
Madrid: Espasa-Calpe, 16ª edición, 1980, 367 pp.
[20] Véase, también, Gramática portuguesa de Pilar Vásquez Cuesta
y María Albertina Mendez da Luz (Madrid: Gredos, 3ª edición corregida y
aumentada por Pilar Vásquez Cuesta, 1971, 2 vols; 1: 403 pp. 2: 413
pp.): “El habla de Riodonor, como leonesa que fundamentalmente
es”, creen, “mantiene los diptongos decrecientes” y “es yeísta (paya
’paja’, uoyo ’ojo’)” (I, p. 74). Véase, asimismo, Historia de la
lengua española de Rafael Lapesa (Madrid: Gredos, 9ª edición
corregida y aumentada, 1981, 690 pp.): evolución de la j, §442 (pp.
177-178), §462 (p. 184 ), §481 (p. 189-190), §1193
(pp. 487-488) y §1202
(pp. 494-495); prepalatal fricativo sonoro rehilante z, §531
(p. 204); y y–fonema consonántico prepalatal sonoro fricativo [y]
o africado [y]: resultado español de [j], §183 y 4
(pp. 79-80) y §304 (pp. 127-128).
[21] Menéndez Pidal, Ramón. Orígenes del español: estado lingüístico
de la península ibérica hasta el siglo XI. Madrid: Espasa-Calpe, 3ª
edición muy corregida y adicionada, 1970, 592 pp.
[22] Margherite Morreale. «Más apuntes para un comentario literal del
Libro de buen amor, con otras observaciones al margen de la reciente
edición de G. Chiarini [Milano-Napoli: Riccardo Ricciardi, 1964]», en la
revista Boletín de la Real Academia Española, XLVII (1967), pp.
249-371 (en adelante, BRAE 1 ), y XLVIII (1968), pp. 213-482
(BRAE 2 ). También: «Más apuntes para un comentario literal
del Libro de buen amor, sugeridas por la edición de Joan
Corominas», en la revista Hispanic Review, XXXVII (1969), pp.
131-163 (HR1), y XXXIX (1971), pp. 271-313 (HR2
). Finalmente: «Sobre la reciente edición del Libro de buen amor
por J. Joset para “Clásicos Castellanos”», en la revista Thesaurus
(Boletín del Instituto Caro y Cuervo), XXXIV (1979), pp. 93-137.
[23] Es extraño que Corominas, en las derivaciones de pita incluye “Pita
’silba’, pitada, V. pito Pitanza, V. pío” —especialmente pitanza—,
porque en la Vida de Santo Domingo de Silos de Gonzalo de Berceo
(Salamanca: Anaya, Autores Españoles, edición de Germán Orduna, 1968,
208 pp), aparece pitança (133d) como misericordia, limosna:
“Contaruos mi fazienda, serié luenga tardança;/ ca las razones luengas,
sienpre traen ojança:/ abreuiaruos lo quiero, e non fer alongança,/
quiero de los thesoros, que me dedes pitança” (p. 77) . También
en los Milagros de nuestra señora (Madrid: Espasa-Calpe, Clásicos
Castellanos, edición de Antonio G. Solarinde, 8ª edición, 1972, 214
pp.)— “Los dos hermanos:” “Prisieronlo por tienllas los guerreros
antigos,/ Los que sienpre nos fueron mortales enemigos,/ Davanli por
pitanza
non manzas nin figos,/ Mas fumo e vinagre, feridas e pelcigos” (246c:
62); “El nuevo obispo”: “Trobaron a Ieronimo, preste parroquial,/ Omne
sin grandes nuevas, sabie pocco de mal,/ Levaronlo por mano a la siet
catedral,/ Dieronli por pitanza la siella obispal” (312d: 78); y
“El milagro de Teófilo”: “Vísco algunos dias en esta bienandanza, /
Aviendo con el bispo amor e grand privança,/ Recibiendo del pueblo mucha
buena pitança;/ Mas en cabo firiólo Cristo con la su lança”
(746c: 170). Si es verdad, como indican Manuel Alvar y Bernard Pottier
en Morfología histórica del español. (Madrid: Gredos, 1987, 533
pp.) que los sufijos •anza que tenían z
se desarrollaron durante la “evolución románica (alianza, mudanza,
pitanza)”, entonces no es ingenuo leer el texto de Berceo como
pitanza. Véase, asimismo, Development of the Latin Suffixes
«-antia» and «-entia» en the Romances Languages, with Special Regard to
Ibero-Romance de YAKOV MALKIEL. Berkeley y Los Angeles: University
of California Press, 1945.
[24] Alberto Blecua, en su edición del Libro, escribe que “se han
propuesto sin gran convición varias imaginativas interpretaciones del
nombre” de Pitas Pajas (p. 78, 474c nota). Sin embargo, Blecua no indica
quiénes han propuesto las “interpretaciones imaginativas”. Pero no es
demasiado arriesgado especular que una de esas “interpretaciones
imaginativas” es la interpretación de Margherita Morreale (BRAE2:
284), y su “simbolismo antroponímico”, como lo llama Corominas (p. 202).
[25] Baste los artículos de A. D. Deyermond, «Some Aspects of Parody in
the “Libro de buen amor”», en “Libro de buen amor” Studies,
edición de G. B. Gybbon-Monypenny (London: Tamesis, 1970), pp. 53-78;
Otis H. Green, «On Juan Ruiz's Parody of the Caconical Hours», en la
revista Hispanic Review, XXVI (1958), pp. 12-34; Janet A.
Chapman, «Juan Ruiz's Learned Sermon», en“Libro de buen amor” Studies,
edición de G. B. Gybbon-Monypenny (London: Tamesis, 1970), pp. 29-50;
André Michalski, «La parodia hagiogrófica y el dualismo Eros-Thanatos en
el “Libro de buen amor”», en El Arcipreste de Hita: El libro, el
autor, la tierra, la época. Actas del I Congreso Internacional sobre el
Arcipreste de Hita, dirigido por Manuel Criado de Val (Barcelona:
SERESA, 1973, 548 pp.), pp. 57-77; e incluso, Vicente Catarino, «La
cortesía dudosa de don Juan Ruiz», también en El Arcipreste de Hita:
El libro, el autor, la tierra, la época, pp. 78-84.
[26] Miguel, Nicasio Salvador. Juan Ruiz: Libro de buen amor.
Madrid: Alhambra, 1985, 297 pp.
[27] Brey Mariño, María. Arcipreste de Hita: Libro de buen amor.
Madrid: Castalia, «Odres Nuevos», 17ª edición, 1987, 275 pp.
[28] Hay, de hecho y según las clasificaciones del profesor Corominas,
una dozena—algunas repitiéndose a veces: fazet—fazetz, hacer
(“Ella diz: ‘Mon señer, fazet vostra mesura’”, 476d; ajam—tengamos
(“mostrat me la figura e ajam buen solaz”, 482b); corder
(“[¿Cómo poder estar?] ‘Que yo pinté corder, e trobo este
manjar’”, 483c); madona—domna, señora mía («“Dixo don Pitas
Payas: ‘Madona, si voz plaz‘”», 482a; “‘¿Cómo es esto, madona?
O, ¿Cómo pode estar?’”, 483c); solaz—solaç, -atz: placer,
conversación (“mostrat me la figura e ajam buen solaz”, 482b); (“mardà
(“[¿Cómo pode estar?] ’Que yo pinté corder, e trobo este manjar’”,
483d); mossényer—mossénser, señor mío (“Ella diz: ‘Mon señer,
andat en ora bona’”, 475c; “Diz la muger: ‘Monseñor, vós mesmo la
catat’”, 482c; “[la muger] sotil e mal sabida, diz: ‘¿Cómo, monsseñer?’”,
484b); portar—dones, regalos (“yo volo ir a Frandes; portaré
muita dona”, 475b), sobredit—el susodicho («“Cató don Pitas Payas
el sobre dicho lugar”», 483a).
[29] De hecho, hay sólo una, poco después del fin de la historia de
Pitas Payas: fest. (“El primero apost déste non vale más que un
feste”, 487c). Hay, también, una latina (irritare) o vasca (irritu—“non
seas Pitas Payas, para otro non errides”, 485b).
[30] En order que aparecen: valenta (1159b), sometent
(1196c), rajar (1210b), averany (1211c), gaig
(1226a), devallada (1231a), geliu (1293b), ametlat
(1335), abandonar els preus (1337a), va fer (1353b),
branxet
(1400b), queixal (1416a), bander y madoganya (1442
c,d), naronja y taronja (1443d), si més no
(1452c), mòt (1477d), bo i tal (1484c), envides
(1541b), metgia (1545d), orc (1546c), tembre
(1553d), seïlla (1555a), escamnar (1566d), si tot
(1611c), alasflor (1614), y oriol (1615a).
[31] Véase, por ejemplo, el índice de Corominas en su edición del
Libro, p. 659. Tanto Joset como Gybbon-Moneypenny difieren
continuamente de las lecturas de Corominas: por ejemplo, véase sus
lecturas de Buxía, Bugíä en 323c—Corominas: 175;
Gybbon-Monypenny: 171. Pero el argumento de Corominas es válido porque,
como indicó José María Aguado mucho antes que Corominas (en Glosario
sobre Juan Ruiz, poeta castellano del siglo XIV. Madrid:
Espasa-Calpe, 1929), si bogiot, bogia eran los nombres del mono
en catalán y si Bugía era “lugar de exportación de monos”, no es
arriesgado asumir entonces cierta relación entre el nombre del puerto y
su principal actividad comercial.
[32] Ramón Menéndez Pidal, con todo su infinito conocimiento no sólo del
español medieval si no también de los idiomas y las literaturas
“europeas”, cometió semejante error, cuando el distinguido profesor
español trató de fechar el manuscrito del Poema de Mio Cid
(alrededor del 1140; versión primitiva, 1105) basado en el idioma del
poema. Así, véase su edición del Poema (Madrid: Espasa-Calpe,
Clásicos Castellanos #24, 17ª edición, 1971, 302 pp.), y las correcione
que siguieron (un siglo más tarde: siglo XIII), por ejemplo Colin Smith
en su edición del Poema (Madrid: Cátedra, 13ª edidción, 1986, 362
pp.)
[33] “Pitas Pajas[sic] se marcha a Flandes”, escribe CARMELO GARIANO en
su artículo «Autobiografía real o literaria y contorno geográfico del
Arcipreste» (en El Arcipreste de Hita: El libro, el autor, la tierra,
la época, pp. 463-467), “punto de convergencia crítica entre el
convencionalismo mercantil y la lejanía de corazones” (p. 464).
[34] La profesora Morreale, en HR1, cree algunas
palabras “adquieren para [Corominas] sobretonos eróticos quizá demasiado
subidos”. Así, “‘Poblar la posada’ 478a es expresión eufemística pero no
creo que equivalga a ‘buscar un habitante para la casa’“ (155, y nota
26).
[35] Corominas implica que hay diferencia de tiempo (en este caso, día o
días) entre el momento que la moça oyó la noticia y el retorno del
amante o entendedor; que el hecho que la moça envió “mucho de priessa”
por él, implica que estaba lejos. Pero esas son sólo hipótesis, porque
eso no aparece implícito en el texto.
[36] Por ejemplo, Julio Cejador y Fragua, en su edición del Libro,
indicó que manjar “por serlo el más ordinario el carnero y no
atreverse a contestar su desgracia” (179, nota a 483).
[37] De nuevo el distinguido profesor Corominas pone en duda el
conocimiento que podría tener Juan Ruiz del idioma catalán-occidentano.
Pero, el hecho de que, según Corominas, Juan Ruiz usa más de sesenta
palabras del idioma medieval de los pirineos, ¿no es suficiente para
indicar su conocimiento de ese “idioma”?
[38] En su edición del Libro de Apolonio (Madrid: Clásicos
Castalia, 1987, 352 pp.), Carmen Monedero Carrillo de Albornoz, define
yantar en 529d como “comer a mediodía”. Véase pp. 257, 312.
OTROS
TRABAJOS CONSULTADAS
Alonso, Dámaso. De los siglos oscuros al de Oro. Madrid: Gredos,
2ª edición, 1964, 293 pp.
García Blanco, Manuel. «Sobre un pasaje del “Libro del Buen Amor”, en
La lengua española en la época de Carlos V y otras cuestiones de
lingüística y filología. Madrid: Escelicer, Colección 21, #45, 310
pp, pp. 173-178.
García de Pedro, Vicente. Dicionario etimológico español e hispánico.
Madrid: Espasa-Calpe, 2ª edición, aumentada por Carmen García de Diego,
1985, 1091 pp.
Menéndez Pidal, Ramón. «Mars Cariociecus», en Estudios de lingüística.
Madrid: Espasa-Calpe, Colección Austral #1312, 2ª edición, 1970, pp.
87-91. También en Boletín de Filología, XII (1951), pp. 225-227.
— — —. El idioma español en sus primeros tiempos. Madrid:
Espasa-Calpe, Colección Austral #250, 6ª edición, 1964, 160 pp.
Oelschläger, Victor R. B. A Medieval Spanish Word-List. A Preliminary
Dated Vocabulary of First Appearances Up to Berceo. Madison: The
University of Wisconsin Press, in association with The Modern Language
Association, 1940, 230 pp.
Richardson, Henry B. An Etymological Vocabulary to the «Libro de Buen
Amor» of Juan Ruiz. London, New Haven: Yale University Press, Oxford
University Press, 1930, 252 pp.