Pitas Payas: Análisis Crítico
de los Comentarios Literales del Episodio


Ramón Paredes

 

Introducción.

         A pesar del notable progreso hecho durante el presente siglo por los críticos que han estudiado el Libro de buen amor[1], hay investigadores que creen que el Libro no ha recibido la adecuada atención crítica. Así, A. D. Deyermond[2] (uno de los más célebres, sino distinguidos, investigadores medievales), cree que, aunque la crítica del Libro ha visto “avances sólidos” (“one of the most solid advances in Libro de buen amor criticism of the past three decades”, escribe, “has been the recognition that parody plays an important part in the work”, p. 53), el texto medieval no ha recibido la “adecuada atención crítica”. “It was once possible not merely for a mediocre commentator like Julio Puyol y Alonso to write an Estudio crítico on the Archpriest with only an occasional censorious comment on the poet’s irreverence in one or two of the more obvious parodies”, añade, “but even for Menéndez y Pelayo to overlook the question in the chapter of the Antología de poetas líricos castellanos that he devotes to the Libro” (p. 53).
         Otros especialistas medievales, no tan célebres como Deyermond, han indicado otras limitaciones. Así, como indica María Rosa Monocal[3] en su reseña de El lenguage erótico medieval a través del Arcipreste de Hita de Vicente Reynal, un número de críticos ha indicado que “Juan Ruiz's remarkable work has not received the kind of sophisticated critical attention one might expect” (p. 228). Menocal también cita el artículo de Louise Vasvari[4], donde la Vasvari “laments essentially the same problem, that of a body of criticism of the work in great measure unappreciative of its literariness” (p. 228).
         Independientemente si uno está no no de acuerdo con Deyermond, Vasvari e incluso doña Menocal, la verdad es que hay todavía en el texto medieval un número de preguntas que necesitan ser contestadas para explicar mejor la riquísima obra de Juan Ruiz, arcipreste de Hita. Uno podría pensar, por ejemplo, en el aspecto bibiográfico (i.e. ¿quién era realmente Juan Ruiz?), en el aspecto bibográfico (¿cuáles fueron las fuentes literarias?) e incluso en transcripción (¿cuál de los tres manuscritos es el que mejor sigue el “original” de Juan Ruiz?).
         En efecto, tanto Francisco J. Hernández[5] como Henry Ansgar Kelly[6] han aportado informaciones fundamentales para la biografía de Juan Ruiz; pero, sin embargo, ninguno de los dos distinguidos profesores prueba quién era realmente Juan Ruiz o si el nombre y oficio (Juan Ruiz, arcipreste) son ficticios. Su contribución, sin embargo, es significativa. Como ha indicado G.B. GybbonN-Monypenny, en su edición del Libro, “la coincidencia de nombre, oficio y fecha [ofrecidos por Hernández] es significativa. Reduce enormemente la probabilidad de que en el Libro sean ficticios: si existía ya en realidad un Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, contemporáneo, ¿quién iba a inventarle como pseudónimo, como personaje ficticio?” (pp. 8-9).
         En cuanto a las fuentes literarias, a pesar de las contribuciones de investigadores tan importantes como Américo Castro, Gybbon-Monypenny e incluso Emilio García Gómez, todavía hay un número cuentos, visiones y temas de los que no se conocen sus orígenes (es decir, las fuente literarias). Más aún, algunas de las influencias y orígines atribuídas a Juan Ruiz, han sido cuestionadas. Así, por ejemplo, Américo Castro[7] creyó que el tratado El collar de la paloma de Ibn Hazm de Córdoba tuvo una “influencia profunda” en el Libro; sin embargo, Gybbon-Monypenny[8] rechaza, por lo general, esta teoría y ofrece otras influencias (veáse, por ejemplo, pp. 71-80). Otros críticos, mientras tanto, han mencionado la influencia del Roman de la rose. Sin embargo, hasta este día, como indica John V. Fleming[9], aunque el autor del Libro “clearly has much in common with Jean de Meun, both in theme and poetic vision,” “there is no evidence that the Archpriest of Hita ever read the Roman” (p. 86). García Gómez[10], mientras tanto, en su versión de El collar de la paloma, vuelve a las teorías de Américo Castro e indica que no hay envidencia de que el autor del Libro leyó alguna vez el Collar: “El precioso libro de Ibn Hazm debió de circular muy poco; es libro aristocrático y muy díficil, y se halla separado del «Buen Amor» por verdaderos abismos de diferencias espirituales” (p. 81)
         Pero éstos no son sólo los problemas que aún nos plantea el Libro de buen amor. Así, hay en el Libro un número de problemas lingüísticos, como también un número de paisajes oscuros, que todavían no están claros —o, por lo menos, no del todo. Por ejemplo, sería ideal establecer la función del narrador (qué es diálogo y qué narración) e incluso la ambigüedad en el aspecto didáctico de la obra (i.e., la “correcta” interpretación en relación con los “consejos” que da Juan Ruiz). Pero, más que todo, es necesario aclarar un número de pasajes que no han sido explicados totalmente, por lo menos convicentemente.
         Uno de esos pasajes es el enxienplo de Pitas Payas[11] (vv. 474-485).[12]

El enxienplo y los críticos.

         Los tres comentarios inciales más inteligentes, si no más importantes (que sepamos) que se hicieron sobre este enxienplo fueron expuestos por Cejador y Fracua, en su edición del Libro, Félix Lecoy[13] y María Rosa Lida de Malkiel[14].
         “El único lugar donde se cita este cérvido [¿el animal con cuernos?] es en el Cancionero de Baena (362)”, escribió Cejador y Fracua: «“Señor Juan Alfonso, pintor de taurique,/ qual fué Pitas Payas, el de la fabilla.” No sé si aquí se aludirá al libro del Arcipreste ó al cuento que sería tradicional» (p. 177, nota a 474).
          “Le même thème” del enxienplo, escribe Lecoy, “réapparaî chez un très grand nombre de conteurs, tant français qu’italiens” (p. 158). “Mais le conte de Juan Ruiz”, añade, “présente une autre particularité: les personnages, sans compter l’origine nordique que l’auteur leur attribue, s’y expriment en un jargon barbare et comique qui semble bien être une sorte de sabir franco-espagnol”: ayan, corder, petid, madona, altra, novo, volo, vollaz, pode, monseñor, el cual “dans l’hypothèse d’un language italo espagnol” (p. 159).
         El enxienplo, escribe la distinguida profesora Lida de Malkiel, es probablemente de “origen francés”: “el cuento malicioso de Pitas Payas, pintor de Bretaña... [es un] verdadero fabliau en tema, estructura y tono licencioso, cuyos personajes son franceses y chapurrean el español a la francesa o provenzal, de modo que, recitado por un juglar... haría desternillarse de risa a un auditorio castellano” (p. 18).
         La crítica, en cierta forma, ha seguido tratando de encontrar la fuente literaria del enxienplo. Así, Gybbon-Monypenny ha indicado el ejemplo de Elena y París, en Ars Amatoria de Ovidio (II, vv. 357-372): “el paralelo con el enxienplo de Pitas Payas es bastante exacto” (p. 207). Joan Corominas, cree que “hay semejanza muy considerable [entre el Libro y] la anédota del Rhythmus De Mercatore. ” La anécdota, cuenta Corominas, cuenta “la historia del mercader ausente durante siete años, cuya esposa pretende haber consebido de los abrazos que recibía en sueños de su marido lejano; texto latino, quizás escrito en el Norte de Italia en el siglo XII”. “Parece ser”, concluye, “una de las fuentes fundamentales” (p. 200).
         Pero la crítica ha dirigido su atención, también, a otros problemas que presentan los manuscritos. Sin embargo, los críticos aún no se han puesto de acuerdo sobre la orientación del enxienplo (es decir, ¿es el enxiemplo una parodia de los franceses?), sobre algunos nombres (“Bretaña”, Fr[l]andes), sobre algunas frases, e incluso sobre algunos errores aparentemente cometidos por los copistas (“pobló la posada”).


Los problemas del enxienplo.

         El primer problema que presenta el enxienplo es, como se ha indicado antes, el nombre del pintor: ¿es Pitas Payas o Pitas Pajas?[15] En el Libro, paja aparece sólo cuatro veces más, en adición a las veces que aparece en el enxienplo: «“E bien ansí acaesçió a muchos e a tu amo:/ prometen mucho trigo e dan poca paja tamo”» (101b, Gybbon-Monypenny: 130); «“Por que tiene tu vezino más trigo que tú paja,/ con tu mucha envidia levantas le baraja”» (284a, 164); «“El fue muy vil tornado e de las bestias egual:/ comía yervas montessas commo buey, paja e ál, / de cabellos cobierto, como bestia atal”» (306b, 168); y la descripción de agosto en la tienda de amor, v. 1295c: “El primero comía las uvas ya maduras;/ comía maduros figos de las figueras duras;/ trillando e ablentando aparta pajas puras;/ con él viene otoño con dolençias e curas” (378).[16]
         Aquí, por lo visto, paja es una derivación del latín palea, la cual aparece ya en un documento de Berceo, fechado en 1210, con el sentido de “‘cascabillo de los cereales’, ’paja quebrantada’”, como indica Joan Corominas[17] (1981:
4me-re 342; 1980: 433).[18]
         Pero, como ha explicado Ramón Menéndez y Pidal[19], “en aragonés y leonés antiguo prevalece la dorsal prepalatal de la y y lo lateral de la l, resultando la dorsal prepalatal lateral ll; en castellano prevalece lo palatal y central de la y, contribuyendo la l sólo a estrechar el canal hasta producir la z o j antigua; en leonés la ll por lo común se hizo y en una época muy antigua (mujer)” (p. 152). Payas, entonces, fue el producto de una lectura regional del copista [20]. Más aún, en su Orígenes del español: estado lingüístico de la península ibérica hasta el siglo XI [21], el profesor Menéndez y Pidal indica que “la pronunciación z (después j moderna) en oreja, paja, etc., en vez de la ll e y que pronuniciaban el gallego, el leonés, el catalán y los demás romances” era común en una “área bastante” extensa en la Península, en el siglo X (§1001: 491).
         En los dos manuscritos que contienen el enxienplo, por lo general (recuérdese que en el manuscrito G el nombre del pintor sólo aparece tres veces: título, 474c y 476a), en G aparece payas; en S, pajas.
         Un número de críticos, incluyendo María Rosa Lida Malkiel (p. 18), Margherita Morreale[22] (BRAE2 B 3: 92) y Gybbon-Monypenny (pp. 207-210), siguiendo las conclusiones de Menéndez Pidal, sustituyen la y por j y leen Pajas. Cejador y Fracua sigue ambos manuscritos, S y G (tít., 476a: Payas; 474c, 477b, 480d, 482a, 483a y 485b: Pajas, II: 177-180).
         Sin embargo, otro número de críticos, incluyendo Lecoy (p. 158) y Corominas (pp. 200, 202, 221, 222), leen Payas. “La variante incorrecta Pajas es ultracorrección,” explica Corominas, “por parte del joven [Alfonso de] Paradinas [copiador del manuscrito S], de un supuesto leonesismo, la cual no cometen ni G ni el maestro salmantino de aquél, al cual se deberán las rúbricas de S. Lo que se lee en el Cancionero de Baena (362) es también Pitas Payas” (pp. 200, 202).
         Pero, ¿qué añade, por ejemplo, la lectura un poco extrema de Corominas, Lecoy? Para empezar, en el apellido, uno podría argumentar, payas añade un simbolismo que no tendría en pajas. Así, aunque, como se indica en el Diccionario de Autoridades (5 O-Z: 172), payo, paya, del latín rusticus, agrestes, como adjectivo y con el sentido de “agreste, villano... ó ignorante” no aparece si no en 1548, en Las musas de Quevedo (Musa VI, Romance 88): “Pero el angéo atisbaba/ una bayeta de záimo,/ por material de xergónes,/ y de camísas de payos”, es muy posible que la palabra, vieniendo del latín, fuera usada en la baja edad media, ya sea en las biblias romanceadas del siglo XII o en algún romance del siglo XIII o XIV.
         En cualquier caso, si uno estuviera de acuerdo con esta lectura extrema, esto no explica en su totalidad el problema del nombre Pitas Payas, porque, desafortudamente, pitas no aperece antes o después en el Libro. De hecho, las palabras más cercanas a pitas en el vocabulario ruiziano es pit, en v. 52b: “Fueron a un vellaco muy grand e muy ardid:/ dixieron le: ‘Nós avemos con griegos nuestro conbit/ para disputar por señas: lo que tú quesieres pit,/ e nós dar te lo hemos; escusa nos desta lid’” (Gybbon-Monypenny: 119).
         Tanto las lecturas de Cañas Murillo (p. 73) y Blecua (p. 15), y Corominas difieren de la de Gybbon-Monypenny: “Fueron a un vellaco muy grand e muy ardid:/ dixiéndole: «Nós avemos con griegos nuestro conbid/ para disputar por señas; lo que tú quesieres pid’/ e nós dártelo emos; escúsanos d’esta lid»” (Cañas Murillo; Blecua); “Fuéronsë a ün vellaco, muy grande ë muy ardid;/ dixiéronle: «Nos avemos con griegos nuestro conbit/ para disputar por señas; lo que tú quesieres pit,/ e dártelö emos nos: escúsanos d’esta lit»” (Corominas: 95).
         En cualquier caso, pit aquí es usado como pedir—es decir, pedir. Evidentemente, Juan Ruiz usa la forma pit (según la lectura de Corominas y Gybbon-Monypenny) para rimar con ardit, combit y lit (Corominas) o ardid, conbit y lid (Gybbon-Monypenny); y pid’ para rimar con ardid, conbid y lid (según las lecturas de Cañas Murillo y Blecua), porque en otras dos ocasiones en el Libro, Juan Ruiz usa pedir: v. 201c—“Suben sobre la viga quantas podían sobir;/ dixieron: ‘Non es este rrey para lo nós servir.’/ Pidieron rrey a don Júpiter como lo solían pedir:/ don Júpiter con saña ovo las de oir” (Gybbon-Monnypenny: 149); y v. 358a—“‘Fallo que la gulpeja pide más que non deve pedir:/ que de egual, en criminal, non puede rreconvenir’” (Gybbon-Monypenny: 181). Otras formas de pedir aparecen 42 veces: pedides (713b, 1034b); pedidor ( 558d); pediere (453c, 1033b); pida (525a); pidas (572a); pide (33c, 350a, 358a, 525c; 713b; 956a, 1002c); piden (143d, 346d, 350d, 525d, 781c); pides (485a, 1005d); pidias (250c); pidiendo (284d, 606c); pidiere (1629c); pidieres (489c, 1002d); pidieron (198d, 199d, 201c, 340b); pidio (133b, 902b); pidistes (205a); pido (328b, 339d, 684d, 1671a, 1633c, 1641a, 1663h); y pidre (587a).
         Sin embargo, a sabiendas de que Juan Ruiz usualmente nombraba sus personajes con nombres extremedamente simbólicos (por lo menos aquellos nombres que no eran propios de la época, i.e. Melón, Trotaconventos, Tornavacas, etc.) sería ingenuo pensar, entonces, que el copista cometió un error y escribió Pitas en vez de Pits.
         Mientras tanto, pita tiene dos definiciones en el Diccionario de autoridades (5 o-z: 284): “Planta que vino de Indias, algo semejante a la higuera de tuna... dentro de ella se cria una especie de hierba, de la qual seca se hace el hilo que llaman de pita” y “Voz con que se llama a las gallinas. Formóse por la figura Onomatopeya del sonido de la voz”. Corominas (1980: 461) la fecha en 1561: “’hilo que se hace con las hojas del maguey’. Origen incierto; si es procedencia americana (lo cual no puede aseguarse) es más probable que venga de las Antillas”. El profesor Corominas da, entonces, pito, diferenciándolo de la pita que da el Diccionario, y fechádolo en 1490: “onomatopeya del silbido”.[23]
         Ahora bien, si hubiera una forma de probar que pita, como “voz con que se llama a las gallinas”, era usada ya en el siglo XIV, Pitas Payas (es decir, voz con que se llama a las gallinas y rústico, ignorante) suena exactamente al tipo de simbolismo que Juan Ruiz usa para nombrar a sus personajes. De esto modo, también, uno de los problemas del enxienplo quedaría resuelto. [24]


El segundo problema.

         El segundo problema que plantea el enxienplo aparece en 474c: “Era don Pitas Pajas un pintor de Bretaña”. ¿Escribió Juan Ruiz “Boltaña”, y el copista se confundió y escribió Bretaña? ¿O escribió Juan Ruiz “Bretaña”, y todo el dialecto del esposo, por ejemplo, es una “mala parodia del francés”?
         G. B. Gybbon-Monypenny, que ha sido quizás el crítico que le ha puesto más importancia al nombre, no ofrece una solución definitiva: «Bretaña: Este nombre ha inducido a varios críticos a suponer que lo que hablan el pintor y su esposa es una mala parodia del francés. Pero Corominas [pp. 200, 202]... indica que las formas empleadas corresponden a lo que sería de esperar en la zona fronteriza entre el NO. de Cataluña, el NE. de Aragón y la zona occitánica del otro vertiente del Pirineo. ¿Por qué Bretaña, pues? Es lógico pensar en una alusión irónica a los romances del famoso ciclo bretón, aunque no se ve bien por qué. Pero es curioso el hecho que en la Crónica geral de Espanha de 1344 (ed. F. Lindley Cintra, Lisboa, 1954), t. II, cap. xxiii, pp. 52-53, se habla de “do termho de Bretaña”, entre Lérida y Huesca. En las versiones castellanas, se lee “término de Bretaña”, y en su edición (Crónica general de España de 1344, Madrid, 1971, cap. xxxix, pp. 48-49), Diego Catalán supone que en el Ms. original de la versión portuguesa, se leería Boltaña. Pero en vista de la coincidencia de que Juan Ruiz hiciese hablar un dialecto apropiado a la zona de Boltaña a un pintor “de Bretaña”, hemos de plantear la cuestión de si la confusión se extendía más allá de los copistas de la Crónica» (pp. 207-208, nota a 474c).
         En lo que concierne a Bretaña, dos de las observaciones del distinguido profesor Gybbon-Monypenny no nos parecen válidas: (a) Cuando Juan Ruiz escribe parodias, las escribe bien[25] ; por lo tanto, resulta díficil pensar que Bretaña aparezca simplemente como “una alusión irónica a los romances del famoso ciclo bretón”; y (c) no tenemos la autoridad para contradecir al profesor Gybbon-Moneypenny, pero nos resulta díficil pensar que Juan Ruiz, con el conociemiento de las culturas europeas que demuestra en el Libro, “hiciese hablar un dialecto apropiado a la zona de Boltaña a un pintor ‘de Bretaña’” puramente por “confusión”.
         Sin embargo, es valioso el descubrimiento de Gybbon-Moneypenny de la mención de Boltaña en la tradución de Diego Catalán de la Crónica general de 1344. Anque la palabra Boltaña sugiere dos probabilidades díficiles de probar (tanto el copista portugués, al escribir Bretaña, como el mismo Catalán, al asumir que el copista original se confundió, pudieron haberse confundido), por lo menos deja una posibilidad abierta: que existió un pueblo entre los de Lérida y Huesca llamado Boltaña.
         Por el momento, sin embargo, hay que estar abierto a posibilidades —por muy incleíble que parezcan.


El tercer problema.

         El tercer problema que presenta el enxienplo aparece en el siguiente verso: don Pitas Payas “casó se con muger moça, pagava se de compaña” (Gybbon-Monypenny: 207). ¿Quién es el sujeto de págava se? ¿La moza? ¿Pitas Pajas?
         Según Margherita Morreale, primero en su artículo sobre el Libro (BRAE2: 284) y después en sus apuntes “sugeridos por la edición de Joan Corominas” (HR2: 286), el sujeto es la novia, de la que desde un principio se anuncia que no podía estar sola (so pena de sucederle lo que ‘a todas las mujeres’; cf. 525b et v. D 13.211)” (HR2: 286).
         Joan Corominas, sin embargo, que no estuvo de acuerdo con la primera interpretación de Morreale (i.e. el sujeto era la mujer, y que ésta se casa porque continuamente necesita un hombre), cree que el sujeto es Pitas Payas: “Literalmente”, escribe, “sólo dice que [Pitas Payas] se casó porque pagaba o le gustaba vivir acompañado. Pero como el poeta pone muy de relieve lo ‘moza’ que era [la novia], le notamos aquí una sonrisa algo socarrona: [Pita Payas] no se casaba sólo para hacerse compañía” (p. 202, nota a 474b).
         La misma difrencia de interpretación puede verse entre los editores de versiones modernizadas del Libro: hay quienes creen que la moza es el sujeto, y hay quienes creen que el sujeto es Pitas Payas. Así, el sujeto es Pitas Payas: “Del que olvidó a la dueña te contaré la hazaña;/ si creyeres que es burla, dime tú otra tamaña./ Érase Pitas Payas, un pintor de Bretaña,/ casó con mujer moza, gustaba su compaña” (p. 129), según Nicasio Salvador Miguel.[26] El sujeto es la mujer: “Dejó uno a su mujer (te contaré la hazaña);/ si la estimas en poco, cuéntame otra tamaña)./ Era don Pitas Payas un pintor de Bretaña,/ casó con mujer joven que amaba la compaña” (p. 94), según María Brey Mariño.[27]
         Es nuestra opinión, sin embargo, que aunque la lectura de Morreale y sus argumentos nos parecen a veces convincentes, el sujeto es ciertamente el marido.
         Pero, en cuanto a la teoría de Corominas de que “la sonrisa algo socarrona” debido al uso de la palabra “moza”, la creemos inválidas: Juan Ruiz enfatiza “moza”, como “joven”, para explicar, creemos, su comportamiento durante la ausencia del marido: como es joven, “por la noche”, “requiere” un hombre. Más aún, no hay indicación en el texto, por ejemplo, de que Pitas Payas “disfrutó” de la moza antes de partir para Fl[r]andes—por lo tanto el hombre es aún más “necesario”.


El cuarto problema.

         El cuarto (y mayor) problema aparece en la siguiente estrofa: «“Ante el mes complido, dixo él: ‘Nuestra dona, yo volo ir...’”» (475a: 208).
         Tanto en el manuscrito G como S lee nra dona, mientras en T lee nostra do. Como indica Gybbon-Moneypenny (208, nota a 475a), dona es la forma catalana de dueña o señora mía (lo cual, según Corominas: 202, nota a 475a, era “la expresión familiar empleada en tal caso en” catalán occitano). Pero, ¿de dónde sale un “pintor de Bretaña” hablando catalán? Si la fuente es francesa e italiana, como indica Lecoy (158-159), ¿de dónde aparece el catalán?
         El distinguido profesor Corominas ofrece algunas respuestas. “Las formas de la jerga de Pitas Payas”, escribe, “son mucho más catalano-occitanas....[28] que francesas...[29] La mezcla pudo ser en parte intencionada (de hecho acentúa la comocidad), pero también involuntaria, por conocimiento incompleto de la lengua de Oc[citano], que los castellanos oían más que el francés, pero menos que el catalán y el aragonés, más próximos y algo más familiares, formando ellos una especie de bloque occitanoide con todas las hablas al Nordeste de Castilla; en todo caso, nada hay ahí de italiano (como pretende [Félix Lecoy en Recherches sur le «Libro de Buen Amor», p. 159]). Claro que los copistas de[l manuscrito de la de Biblioteca de la Universidad Antigua de Salamanca] y de sus modelos agravaron todavía la mezcla introduciendo más formas estropeadas o castellanizadas” (p. 200, nota a 474 ss.)
         No tenemos ni el conocimiento lingüístico ni siquiera autoridad para contradecir al profesor Corominas; pero es un poco extremo, quizás, implicar que Juan Ruiz, por ejemplo, tenía “conocimiento incompleto de la lengua de occitana”, porque, aparte de las palabras que Corominas denomina “catalanas” (p. 659) que aparen en el enxienplo de Pitas Payas, hay más de sesenta palabras de orígen “catalán” (p. 659) en el Libro. Así que nos atrevemos a planetar dos posibles soluciones:
         (1) El enxanple no es de la tradición italiana o francesa sino de la tradición catalana—aún Baena lo menciona, y como se sabe Baena no era un experto que digamos en literatura catalana. Juan Ruiz, entonces, lo escuchó de uno de esos juglares provenzales que debían de pasar por Toledo, Alcalá, Segovia [o] Burgos—las zonas, como indica Blecua, que Juan Ruiz conocía bien (p. XV).
         Y (2) Juan Ruiz escribió el enxienplo durante una época en que éste estaba totalmente sumergido (i.e., vivía en un pueblo provenzal) en el idioma occitano.
         Así, esto explica por qué, por ejemplo, palabras catalan-occitanas aparecen más a menudo en las últimas tiradas (i.e., entre 1150 y 1650: por lo menos treinta palabras[30] ), y por qué se acentúa en ciertas tiradas (que probablemente fueron escritas durante la última revisión) y desaparece en otras. Es el mejor ejemplo, quizás, la descripción de la mujer “perfecta”—especialmente entre 439a y 455d (por ejemplo, mal de: 439b; mar dir: 447b; manter, mantós: 455d)—, y en el “pleito [del] lobo e la Rraposa”—bogia: 323c, bareja: 324d,[31] etc.


El quinto problema.

         El quinto problema aparece en la misma tirada: «“Ante del mes conplido, dixo él: ’Nuestra dona,/ yo volo ir a Frandes; portaré muita dona.’”» (475, 208).
         El problema, en este caso, comienza con los manuscritos. Como se ha dicho antes, sólo el manuscrito de Salamanca tiene el enxienplo completo. Los versos 475a y b, por suerte, aparecen también en G. Sin embargo, en este caso, esto agrava el problema. Así, copista del manuscrito S leyó Frandes, mientras el copista de G escribió primero Francia, el cual fue corregido más tarde (cuándo, no se sabe; por quién, tampoco se sabe) por Frandes.
         Según el distinguido profesor Corominas, el problema tiene una simple solución: “Quiero irme a Flandes y traeré (cat., occit. portar) muchos dones, regalos. Por supuesto, es a Flandes adonde quiere pasar este mercader, viaje típico para los de su clase, como el de la Dança de la muerte (v. 305). Pero quizás la forma empleada por J. Ruiz fue Flandes, y no la variante leonsea Frandes, pues... hay que advertir que aquí G había escrito primero Francia (¿o França?) por error, y auqnue luego se corrigió pudo olvidarse de enmedar la líquida” (202, nota a 475b).
         De nuevo, sería ingenuo tratar de corregir al distinguido profesor Corominas—probablemente, hoy en día, sólo la profesora Morreale tendría la autoridad para corregirlo. Sin embargo, nos permitiremos hacer tres observaciones:
         (a) No se ha podido establecer aún cuándo fueron re-copiado los manuscritos. Así, Jesús Cañas Murillo ofrece un resumen de las teorías sobre las fechas de los manuscritos y de las versiones que siguieron: el profesor Cañas Murillo cree que la primera versión del Libro “se habría realizado en 1330 y que posteriormente, en 1343, se habría concluído la versión definitiva, de las que los manuscritos G y S serían una copia tardía. La presencia exclusiva en el manuscrito S de las menciones a la prisión del Arcipreste abonarían esta teoría, pues tal prisión había tenido lugar entre 1330 y 1345, motivo por el que faltan en T. En S se incluyen además la oración en verso inicial, el prólogo en prosa, una cántica de loores de Santa María y los episodios donde figura la trotaconventos Urraca. Otros críticos, como Leo Spitzer [en «En torno al arte del Arcipreste de Hita», en Lingüística e historia literaria. Madrid: Gredos, 1955, pp. 103-160], [Giorgo] Chiarini [en su edición del Libro] o [Jacques] Joset [en su edición del Libro para Clásicos Castellanos] mantienen la teoría de una sola redación de la que derivarían los tres manuscritos, explicándose sus diferencias por las vicisitudes del proceso de transmisión medieval, en el que los sucesivos copistas habrían omitido los pasajes que faltan en T” (pp.29-30). Es, por lo tanto, casi imposible (incluso para el profesor Corominas, con todo su enorme conocimiento del español y la literatura medieval[32] ) determinar cuál manuscrito se re-copió primero o último—por lo tanto, no se sabe quién está corrigiendo a quién.
         (b) No se puede dar “por supuesto” que Pitas Payas ha ido a Flandes sólo porque es donde viajan “los de su clase”: lo mismo pudo haber ido a Roma, Francia, etc.[33]
         Y (c) aún los mejores científicos han sido incapaces de determinar, por el tipo de tinta, papel, etc. usado por un autor o un pintor, la fecha exacta de un manuscrito o una pintura—por lo tanto, no se sabe aún si el copista que copió Francia en G fué quien lo corrigió con Frandes o siquiera cuándo se hizo: inmeditamente, diez años después, un siglo después.


El sexto problema.

         El sexto problema aparece una estrofa después: “Fue se don Pitas Payas a ser novo mercadero./ Tardó allá dos años, mucho fue tardinero;/ fazía se a la dona un mes año entero” (477c).
         En el Libro, aún cuando los personajes reflejan, en su lenguaje, su estado social, el Arcipreste-narrador mantiene una distancia lingüística, estilística e incluso métrica. Sin embargo, aquí, con dona, el narrador está usando el mismo idioma de los personajes—quienes, en este caso, hablan un idioma distinto del narrador. El problema se repite, quizás, sólo una vez más: en sobre dicho—“Cató don Pitas Payas”, cuenta el narrador, “el sobredit lugar” (483a).
         ¿Han sido estos dos usos del catalán-occitano un error de Juan Ruiz o de Alfonso de Paradinas, el copista del manuscrito de Salamanca?
         El distinguido profesor Corominas ha indicado el problema de sobredit, aunque ni siquiera menciona la diferencia en dona. Así, Corominas ofrece una explicación, quizás no suficiente: “el chapurreo, según la medida del verso [483a]”, cree, “se extendía incluso a las palabras del guasón narrador; nótese que el empleo estilístico de sobredit en semejante caso sabe más a prosa trescentesca catalano-occitana que a verso arciprestil” (204, nota a 483a).
         Es arriesgado, quizás, ofrecer una interpretación donde el crítico o estudiso recurre a técnicas de interpretación moderna para explicar un texto medieval. Pero, si esto fuera posible, hay una posible solución. Así, aunque don Pitas Payas se refiere a la figura que pinta a su mujer como “corder” (“[O, ¿Cómo pode estar? ‘Que yo pinté corder, e trobo este manjar’”, 483d), el narrador siempre habla del “cordero”—haciendo una distinción entre narrador y personaje (“Pintol so el onbligo un pequeño cordero”, 477a; “[cuando la moça tomó un entendedor] desfizo se el cordero”, 478d; “[quando la moza oyó que venía el pintor dixo al entendedor que le pintase commo podiese mejor] en aquel logar mesmo un cordero menor”, 479d). Por lo tanto, en el caso de dona, Juan Ruiz se está burlando del ingenuo marido—de ahí entonces “fazía se a la dona”.


Los otros dos mayores problemas.

         Los otros dos mayores problemas del enxienplo aparecen en 478c (“Commo era la moça nueva mente casada,/ avié con su marido fecha poca morada; / tomó un entendedor e pobló la posada”), y 483d (“¿Cómo es esto, madona? O, ¿Cómo poder estar?/ Que yo pinté corder, e trobo este manjar?”).
         Según el distinguido profesor Corominas, “pobló la posada” implica que la moça “buscó un habitante para la casa; aunque puede haber doble sentido, menos decente; pues 479b muestra que el amante no fue a vivir con ella” (202, nota a 478c).[34]
         “El amanate”, cree Gybbon-Monypenny, “no fue a vivir con la esposa (según se entiende por 479b). Por lo tanto..., la expresión debe entenderse metafóricamente, en un sentido sexual” (208, nota a 478c).
         Pero ambos hispanistas basan sus teorías en el verso 479b ([cuando la moça oyó que venía su esposo] mucho de priessa enbrió por el entendedor”). Esto prueba, como ha indicado la profesora Morreale, que Corominas, “capacitado como el que más”, “a veces se deja llevar demasiado lejos por sus conocimientos lingüísticos” (HR1: 149). Así, el distinguido profesor no toma en cuenta, por ejemplo, que el hecho que el entendedor no estaba en la casa de la moça cuando ésta “oyó que venía” su esposo, no significa, por sí, que no vivía en la casa. Por ejemplo, bien podría estar (para ser ingenuo hasta los extremos) trabajando.[35]
          En cuanto a la palabra manjar, la primera persona en darle gran importancia fue la profesora Morreale,[36] en BRAE1: 285. Buscando paralelos en el Libro, Morreale encontró valores alusivos. Pero “todo ello”, según Corominas, “poco convicente”. “Existen fuertes razones”, cree, “para sospechar que este manjar sea en realidad, estropeado por el copista salmantino, nada más que el alto-arag[onés] mardán, cat[alán]-occid[etano] mardà, cat[alan] marrà ’morueco’ (puesto que la ornamenta del morueco está más desarrollada que la del carnero). Y aun puede ser que J[uan] Ruiz, no recordando esta palabra pirenaica más que vagamente, la estropeara él mismo[37] sujetándola a una metátesis mardán > *mandar (luego más corrompida por el copista); por lo demás, dados los hábitos del Arcipreste, lo imperfecto de la rima de estar con mardán no constituiría en absoluto una objección (204, nota a 483d).
         Sin embargo, la profesora Morreale volvió a manjar, en HR1: 157. “El valor eufemístico de las palabras del ámbito de la comida”, cree, “han de interpretarse teniendo en cuenta las circunstancias y los distintos puntos de vista que se entrecruzan; así manjar... puede aludir por antonomasia a la carne del carnero... [Así, en 529bc del Libro de] Apolunio: ‘Bien querrié Antinágora grant auer a dar[/] Que non fuesse entrado en aquella yantar’, donde yantar no parece diferenciarse mucho de manjar, en su valor metáf[orico] de ‘situación molesta’”.[38]
         Pero, aunque es indiscutible que la palabra presenta un problema, tanto Morreale como Corominas han ignorado lo más básico del problema: la palabra manjar aquí define lo que el marido encontró (es decir, “un eguado [adulto] carnero, complido de cabeça, con todo su apero [cuernos]). Manjar, entonces, sólo implica la cantidad de carne. Así, no hay que perder la visión del cuento: el esposo pintó un pequeño cordero bajo el ombligo de la moça, y, como ésta, como muy bien ha indicado el profesor Salvador Martínez, ha quedado embarazado, ahora el cordero indudablemente ocupa más espacio físico en el cuerpo de la moça.

CONCLUSIÓN

         El enxienplo de Pitas Payas no representa, sin duda, el fragmento mejor elaborado o más importante del Libro de buen amor de Juan Ruiz. Sin embargo, hay en este enxienplo un número de problemas que demuestran, de una u otra manera, el talento del escritor medieval español. Así, sólo a nivel lingüístico (para citar un ejemplo) puede verse la variedad cultural del singular escritor español.
         De este modo, los problemas del enxienplo de Pitas Payas en vez de disminuír la singularidad del libro, la aumenta.



Notas

[1] Usaremos las ediciones de Alberto Blecua (Barcelona: Planeta, 1983, 258 pp.); Jesús Cañas Murillo (Barcelona: Plaza & Janes Clásicos, 1984, 360 pp.); Julio Cejador y Fragua (Madrid: Clásicos Castellanos, Ediciones de «La Lectura», 2 vols., 1913; vol. 1: xl + 300; vol. 2: 342 pp.); Joan Corominas (Madrid: Editorial Gredos, 1973, 670 pp.); G.B. Gybbon-Monypenny (Madrid: Clásicos Castalia, 1988, 574 pp.); y Jacques Joset (Madrid: Espasa-Calpe, 2 vols., 2ª edición, 1981; vol. 1: xlvi + 311 pp.,; vol. 2: 347 pp.).

[2] A. Deyermond, «Some Aspects of Parody in the Libro de buen amor», en Gybbon-Moneypenny, G.B. Editor. Libro de Buen Amor Studies. London: Tamesis, 1970, pp. 53-78.

[3] María Rosa Menocal, reseña de El lenguage erótico medieval a través del Arcipreste de Hita (Madrid: Playor, 1988) de Vicente Reynal, en Speculum, 66.1 (1991), pp. 228-230.

[4]Louise Vasvari, «Vegetal-Genital Onomastics in the Libro de buen amor», Romance Philology, 42 (1988), pp. 1-29.

[5]Hernández, Francisco J. «The Venerable Juan Ruiz, Archpriest of Hita», La Corónica, XIII.1 (Fall 1984), pp. 10-22.

[6]Kelly, Henry Ansgar. Canon Law and the Archpriest of Hita. Medieval and Renaisance Texts and Studies, 27. Binghamton: Center for Medieval and Early Renaissance Studies, 1984.

[7]Castro, Américo. La realidad histórica de España. México: Porrúa, 1954.

[8]Gybbon-Monypenny, G.B. «Autobiography in the Libro de Buen Amor in the Light of Some Literary Comparisons», Bulletin of Hispanic Studies, XXXIV [1957], pp. 63-78.

[9]Fleming, John V. The Roman de la Rose: A Study in Allegory and Iconography. Princenton: Princeton University Press, 1969.

[10] García Gómez, Emilio. Versión. El collar de la paloma. Madrid: Alianza Editorial, 3ª edición, 1981, 336 pp.

[11] En el manuscrito de la Biblioteca de la Universidad Antigua de Salamanca (de aquí en adelante, S) —fechado en 1343—, el copista escribió pajas. Sin embargo, en el manuscrito de D. Benito Martínez Gayoso (G) y en el de la Biblioteca de la Catedral de Toledo (T) —fechado en 1330—, se lee payas. La mayor parte de los críticos ha preferido la versión del manuscrito de Gayoso: Gybbon-Monypenny (pp. 207-210); Corominas (pp. 221-225); Blecua (pp. 78-80); y Cañas Murillo (pp. 130-132). Otros, como Rigo Mignani, Mario A. di Cesare y George F. Jones, en su monumental A Concordance to Juan Ruiz Libro de Buen Amor (Albany: State University Press, 1977, 328 pp), prefieren la lectura del manuscrito S, pajas (p. 217), y ni siquiera dan la versión del manuscrito G.

[12] En los manuscritos, el enxienplo (es decir, vv. 474-485) aparece en su totalidad sólo en el manuscrito de Salamanca. Así, en el manuscrito G sólo parecen 474a-476b —es decir, falta desde 476c hasta 489c. En T, el enxienplo no aparece. Para colmo, ninguno de los fragmentos conservados (es decir, los folios conservados en la biblioteca de Oporto o el folio en el manuscrito de don Alvaro Gómez de Castro) registra el ya famoso enxienplo. Véase la tabla que ofrecen Manuel Criado de Val y E. W. naylor en su edición del Libro (Madrid: CSIC, 2ª edición corregida, 1972) y Cañas Murillo (pp. 27-28).

[13] Lecoy, Félix. Recherches sur le “Libro de buen amor”. Farnborough: Gregg International, 1974. English Prologue by Alan D. Deyermond.

[14] Lida de Malkiel, María Rosa. Dos obras maestras españolas: El “Libro de buen amor” y “La Celestina”. Buenos Aires: Editorial Universitaria, 1966, 120 pp.

[15] Hay un número de “erratas” en los manuscritos que quizás no valen la pena mencionar porque parecen ser simplemente errores del o de los copistas, como han indicado Criado de Val y Eric W. Naylon en su edición crítica del Libro. Así, pajaz, con z en vez de s (v. 477b o pita, sin la s (v. 474c); nostra do, por nuestra dona; muyta do, por muyta dona; non olvides vra casa njn la mj persona, por no olvides vuestra casa nin la my persona; fer for fazer, son erratas y no variaciones.

[16] Otras lecturas: Blecua—“prometen mucho trigo e dan poca paja, tamo (101b: 22); “porque tiene tu vezino más trigo que tú paja” (284a: 50); “comia yervas montesas como buey, paja e ál” (306b: 53); y “trillando e ablentando aparta pajas puras” (1295c: 192). Corominas: “prometen dar mucho trigo e dan poca paja-tamo” (101b: 111); “porque tiene tu vezino más trigo que tú paja” (284a: 161); “comié yervas montesas como buey, paja e ál” (306b: 169); y “trillandö e blendando aparta pajas puras” (1295c: 497).

[17] Joan Corominas, Breve dicionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos, 3ª edición muy revisada y mejorada, 1980, 627 pp. También: Joan Corominas, con la colaboración de José A. Pascual. Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos, 4 vols., 1981.

[18] En el Diciconario de Autoridades (Madrid: Gredos, edición facsímil, 5 vols., 3ª reimpresión, 1976) de la Real Academia Española, se dan definiciones similares: “La caña del trigo, cebada, centéno y otras semillas, después de seca y separada de la espiga ”; “Se toma también por todo lo que queda después de trilladas las semillas, y apartado el grano” (5, O-Z: 80).

[19] Menéndez Pidal, Ramón. Manual de gramática histórica española. Madrid: Espasa-Calpe, 16ª edición, 1980, 367 pp.

[20] Véase, también, Gramática portuguesa de Pilar Vásquez Cuesta y María Albertina Mendez da Luz (Madrid: Gredos, 3ª edición corregida y aumentada por Pilar Vásquez Cuesta, 1971, 2 vols; 1: 403 pp. 2: 413 pp.): “El habla de Riodonor, como leonesa que fundamentalmente es”, creen, “mantiene los diptongos decrecientes” y “es yeísta (paya ’paja’, uoyo ’ojo’)” (I, p. 74). Véase, asimismo, Historia de la lengua española de Rafael Lapesa (Madrid: Gredos, 9ª edición corregida y aumentada, 1981, 690 pp.): evolución de la j, §442 (pp. 177-178), §462 (p. 184 ), §481 (p. 189-190), §1193 (pp. 487-488) y §1202 (pp. 494-495); prepalatal fricativo sonoro rehilante z, §531 (p. 204); y y–fonema consonántico prepalatal sonoro fricativo [y] o africado [y]: resultado español de [j], §183 y 4 (pp. 79-80) y §304 (pp. 127-128).

[21] Menéndez Pidal, Ramón. Orígenes del español: estado lingüístico de la península ibérica hasta el siglo XI. Madrid: Espasa-Calpe, 3ª edición muy corregida y adicionada, 1970, 592 pp.

[22] Margherite Morreale. «Más apuntes para un comentario literal del Libro de buen amor, con otras observaciones al margen de la reciente edición de G. Chiarini [Milano-Napoli: Riccardo Ricciardi, 1964]», en la revista Boletín de la Real Academia Española, XLVII (1967), pp. 249-371 (en adelante, BRAE 1 ), y XLVIII (1968), pp. 213-482 (BRAE 2 ). También: «Más apuntes para un comentario literal del Libro de buen amor, sugeridas por la edición de Joan Corominas», en la revista Hispanic Review, XXXVII (1969), pp. 131-163 (HR1), y XXXIX (1971), pp. 271-313 (HR2 ). Finalmente: «Sobre la reciente edición del Libro de buen amor por J. Joset para “Clásicos Castellanos”», en la revista Thesaurus (Boletín del Instituto Caro y Cuervo), XXXIV (1979), pp. 93-137.

[23] Es extraño que Corominas, en las derivaciones de pita incluye “Pita ’silba’, pitada, V. pito Pitanza, V. pío” —especialmente pitanza—, porque en la Vida de Santo Domingo de Silos de Gonzalo de Berceo (Salamanca: Anaya, Autores Españoles, edición de Germán Orduna, 1968, 208 pp), aparece pitança (133d) como misericordia, limosna: “Contaruos mi fazienda, serié luenga tardança;/ ca las razones luengas, sienpre traen ojança:/ abreuiaruos lo quiero, e non fer alongança,/ quiero de los thesoros, que me dedes pitança” (p. 77) . También en los Milagros de nuestra señora (Madrid: Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos, edición de Antonio G. Solarinde, 8ª edición, 1972, 214 pp.)— “Los dos hermanos:” “Prisieronlo por tienllas los guerreros antigos,/ Los que sienpre nos fueron mortales enemigos,/ Davanli por pitanza non manzas nin figos,/ Mas fumo e vinagre, feridas e pelcigos” (246c: 62); “El nuevo obispo”: “Trobaron a Ieronimo, preste parroquial,/ Omne sin grandes nuevas, sabie pocco de mal,/ Levaronlo por mano a la siet catedral,/ Dieronli por pitanza la siella obispal” (312d: 78); y “El milagro de Teófilo”: “Vísco algunos dias en esta bienandanza, / Aviendo con el bispo amor e grand privança,/ Recibiendo del pueblo mucha buena pitança;/ Mas en cabo firiólo Cristo con la su lança” (746c: 170). Si es verdad, como indican Manuel Alvar y Bernard Pottier en Morfología histórica del español. (Madrid: Gredos, 1987, 533 pp.) que los sufijos •anza que tenían z se desarrollaron durante la “evolución románica (alianza, mudanza, pitanza)”, entonces no es ingenuo leer el texto de Berceo como pitanza. Véase, asimismo, Development of the Latin Suffixes «-antia» and «-entia» en the Romances Languages, with Special Regard to Ibero-Romance de YAKOV MALKIEL. Berkeley y Los Angeles: University of California Press, 1945.

[24] Alberto Blecua, en su edición del Libro, escribe que “se han propuesto sin gran convición varias imaginativas interpretaciones del nombre” de Pitas Pajas (p. 78, 474c nota). Sin embargo, Blecua no indica quiénes han propuesto las “interpretaciones imaginativas”. Pero no es demasiado arriesgado especular que una de esas “interpretaciones imaginativas” es la interpretación de Margherita Morreale (BRAE2: 284), y su “simbolismo antroponímico”, como lo llama Corominas (p. 202).

[25] Baste los artículos de A. D. Deyermond, «Some Aspects of Parody in the “Libro de buen amor”», en “Libro de buen amor” Studies, edición de G. B. Gybbon-Monypenny (London: Tamesis, 1970), pp. 53-78; Otis H. Green, «On Juan Ruiz's Parody of the Caconical Hours», en la revista Hispanic Review, XXVI (1958), pp. 12-34; Janet A. Chapman, «Juan Ruiz's Learned Sermon», en“Libro de buen amor” Studies, edición de G. B. Gybbon-Monypenny (London: Tamesis, 1970), pp. 29-50; André Michalski, «La parodia hagiogrófica y el dualismo Eros-Thanatos en el “Libro de buen amor”», en El Arcipreste de Hita: El libro, el autor, la tierra, la época. Actas del I Congreso Internacional sobre el Arcipreste de Hita, dirigido por Manuel Criado de Val (Barcelona: SERESA, 1973, 548 pp.), pp. 57-77; e incluso, Vicente Catarino, «La cortesía dudosa de don Juan Ruiz», también en El Arcipreste de Hita: El libro, el autor, la tierra, la época, pp. 78-84.

[26] Miguel, Nicasio Salvador. Juan Ruiz: Libro de buen amor. Madrid: Alhambra, 1985, 297 pp.

[27] Brey Mariño, María. Arcipreste de Hita: Libro de buen amor. Madrid: Castalia, «Odres Nuevos», 17ª edición, 1987, 275 pp.

[28] Hay, de hecho y según las clasificaciones del profesor Corominas, una dozena—algunas repitiéndose a veces: fazet—fazetz, hacer (“Ella diz: ‘Mon señer, fazet vostra mesura’”, 476d; ajam—tengamos (“mostrat me la figura e ajam buen solaz”, 482b); corder (“[¿Cómo poder estar?] ‘Que yo pinté corder, e trobo este manjar’”, 483c); madona—domna, señora mía («“Dixo don Pitas Payas: ‘Madona, si voz plaz‘”», 482a; “‘¿Cómo es esto, madona? O, ¿Cómo pode estar?’”, 483c); solaz—solaç, -atz: placer, conversación (“mostrat me la figura e ajam buen solaz”, 482b); (“mardà (“[¿Cómo pode estar?] ’Que yo pinté corder, e trobo este manjar’”, 483d); mossényer—mossénser, señor mío (“Ella diz: ‘Mon señer, andat en ora bona’”, 475c; “Diz la muger: ‘Monseñor, vós mesmo la catat’”, 482c; “[la muger] sotil e mal sabida, diz: ‘¿Cómo, monsseñer?’”, 484b); portar—dones, regalos (“yo volo ir a Frandes; portaré muita dona”, 475b), sobredit—el susodicho («“Cató don Pitas Payas el sobre dicho lugar”», 483a).

[29] De hecho, hay sólo una, poco después del fin de la historia de Pitas Payas: fest. (“El primero apost déste non vale más que un feste”, 487c). Hay, también, una latina (irritare) o vasca (irritu—“non seas Pitas Payas, para otro non errides”, 485b).

[30] En order que aparecen: valenta (1159b), sometent (1196c), rajar (1210b), averany (1211c), gaig (1226a), devallada (1231a), geliu (1293b), ametlat (1335), abandonar els preus (1337a), va fer (1353b), branxet (1400b), queixal (1416a), bander y madoganya (1442 c,d), naronja y taronja (1443d), si més no (1452c), mòt (1477d), bo i tal (1484c), envides (1541b), metgia (1545d), orc (1546c), tembre (1553d), seïlla (1555a), escamnar (1566d), si tot (1611c), alasflor (1614), y oriol (1615a).

[31] Véase, por ejemplo, el índice de Corominas en su edición del Libro, p. 659. Tanto Joset como Gybbon-Moneypenny difieren continuamente de las lecturas de Corominas: por ejemplo, véase sus lecturas de Buxía, Bugíä en 323c—Corominas: 175; Gybbon-Monypenny: 171. Pero el argumento de Corominas es válido porque, como indicó José María Aguado mucho antes que Corominas (en Glosario sobre Juan Ruiz, poeta castellano del siglo XIV. Madrid: Espasa-Calpe, 1929), si bogiot, bogia eran los nombres del mono en catalán y si Bugía era “lugar de exportación de monos”, no es arriesgado asumir entonces cierta relación entre el nombre del puerto y su principal actividad comercial.

[32] Ramón Menéndez Pidal, con todo su infinito conocimiento no sólo del español medieval si no también de los idiomas y las literaturas “europeas”, cometió semejante error, cuando el distinguido profesor español trató de fechar el manuscrito del Poema de Mio Cid (alrededor del 1140; versión primitiva, 1105) basado en el idioma del poema. Así, véase su edición del Poema (Madrid: Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos #24, 17ª edición, 1971, 302 pp.), y las correcione que siguieron (un siglo más tarde: siglo XIII), por ejemplo Colin Smith en su edición del Poema (Madrid: Cátedra, 13ª edidción, 1986, 362 pp.)

[33] “Pitas Pajas[sic] se marcha a Flandes”, escribe CARMELO GARIANO en su artículo «Autobiografía real o literaria y contorno geográfico del Arcipreste» (en El Arcipreste de Hita: El libro, el autor, la tierra, la época, pp. 463-467), “punto de convergencia crítica entre el convencionalismo mercantil y la lejanía de corazones” (p. 464).

[34] La profesora Morreale, en HR1, cree algunas palabras “adquieren para [Corominas] sobretonos eróticos quizá demasiado subidos”. Así, “‘Poblar la posada’ 478a es expresión eufemística pero no creo que equivalga a ‘buscar un habitante para la casa’“ (155, y nota 26).

[35] Corominas implica que hay diferencia de tiempo (en este caso, día o días) entre el momento que la moça oyó la noticia y el retorno del amante o entendedor; que el hecho que la moça envió “mucho de priessa” por él, implica que estaba lejos. Pero esas son sólo hipótesis, porque eso no aparece implícito en el texto.

[36] Por ejemplo, Julio Cejador y Fragua, en su edición del Libro, indicó que manjar “por serlo el más ordinario el carnero y no atreverse a contestar su desgracia” (179, nota a 483).

[37] De nuevo el distinguido profesor Corominas pone en duda el conocimiento que podría tener Juan Ruiz del idioma catalán-occidentano. Pero, el hecho de que, según Corominas, Juan Ruiz usa más de sesenta palabras del idioma medieval de los pirineos, ¿no es suficiente para indicar su conocimiento de ese “idioma”?

[38] En su edición del Libro de Apolonio (Madrid: Clásicos Castalia, 1987, 352 pp.), Carmen Monedero Carrillo de Albornoz, define yantar en 529d como “comer a mediodía”. Véase pp. 257, 312.



OTROS TRABAJOS CONSULTADAS

Alonso, Dámaso. De los siglos oscuros al de Oro. Madrid: Gredos, 2ª edición, 1964, 293 pp.

García Blanco, Manuel. «Sobre un pasaje del “Libro del Buen Amor”, en La lengua española en la época de Carlos V y otras cuestiones de lingüística y filología. Madrid: Escelicer, Colección 21, #45, 310 pp, pp. 173-178.

García de Pedro, Vicente. Dicionario etimológico español e hispánico. Madrid: Espasa-Calpe, 2ª edición, aumentada por Carmen García de Diego, 1985, 1091 pp.

Menéndez Pidal, Ramón. «Mars Cariociecus», en Estudios de lingüística. Madrid: Espasa-Calpe, Colección Austral #1312, 2ª edición, 1970, pp. 87-91. También en Boletín de Filología, XII (1951), pp. 225-227.

— — —. El idioma español en sus primeros tiempos. Madrid: Espasa-Calpe, Colección Austral #250, 6ª edición, 1964, 160 pp.

Oelschläger, Victor R. B. A Medieval Spanish Word-List. A Preliminary Dated Vocabulary of First Appearances Up to Berceo. Madison: The University of Wisconsin Press, in association with The Modern Language Association, 1940, 230 pp.

Richardson, Henry B. An Etymological Vocabulary to the «Libro de Buen Amor» of Juan Ruiz. London, New Haven: Yale University Press, Oxford University Press, 1930, 252 pp.



 
 

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