La comedia en la tragicomedia:
el humor en La Celestina


Ramón Paredes

 

         “Quien quier que fuesse” que escribiera el primer acto[1] de La Celestina, escribe Fernando de Rojas[2] en “El autor a vn su amigo”, “es digno de recordable memoria por la sotil inuencion, por la gran copia de sentencias entrexeridas, que so color de donayres [i.e. dichos agudos y llenos de gracia] tiene” (p. 6). “El primer auctor”, añade en el “Prólogo”[3], quiso darle denominación del principio, que fué plazer, é llamóla come­dia” (p. 25). Parece extraño, entonces, que a pesar de estas advertencias, tanto los críticos como los estudiosos de la literatura del siglo XX sólo han hecho énfasis en la tragedia dentro de la tragicomedia. Como escribe la profesora Severin[4], “little did Rojas suspect, when he warned the reader against seeing only the comedy in the work, that one day La Celestina would face a century of readers who devoured it for its tragic as­pects alone” (p. 291).
         En efecto, aunque los trabajos sobre la ironía en La Celestina son inmensos, los tra­bajos sobre el humor no pasan, que sepamos, de tres. Así, María Rosa Lida de Malkier, en “La ironía”, en su monumental obra sobre La Celestina[5], encuentra tres tipos de ironía: trágica, verbal y de hechos o situaciones. Como un ejemplo de ironía verbal, Lida de Malkier cita la “invectiva de Sempronio contra las mujeres” (p. 251): “Huye de engaños. ¿Sabes qué fazen? Cosa que es difícil entenderlas. No tienen modo, no razón, no intención. Por rigor comienzan el ofrescimiento que de sí quieren hazer. A los que meten por los agujeros denuestran en la calle”, CC-I, 5-10, 51). “Como ironía de hecho o situaciones”, escribe Lida de Malkiel, “puede recordarse la actuación de Sempronio en el acto I, 37 y sigs.: después de nombrar a Elicia como principal razón de su vida, [Sempronio] aconseja enérgicamente a Calisto no fiar de mujeres, y en la escena in­mediata le ve­mos confesar su apasionamiento con ingenuo ardor, que culmina pre­cisamente cuando suenan los pasos del rival escondido” (p. 254)[6].
         Más tarde, una series de críticos exploró la ironía en La Celestina en dos dos dire­ciones: primero, en el sentido que lo usa Lida de Melkiel (i.e., “a situation in which they suggest exactly the opposite of what occurs or in which they suggest the outcome but not in the sense in which they intend it”[7]); y segundo, la ironía humorística (i.e., “a par­ticular comic tone that leans toward satire but which is generally less strident and se­vere in its presentation of human foibles”, p. 470). Así, Cándido Ayllón, primero en su artículo[8], y después en su libro[9], encuentra, mayormente, tres tipos de ironía, en el primer sentido de la palabra: anticipatoria, dramática y verbal. En ese mismo sentido, Jack Himelbau[10], Joseph Szertics[11] y Katherine K. Phillips[12] también han escrito artículos sobre el tema.
         No fue hasta que Carmelo Gariano escribió su artículo[13], sin embargo, cuando apareció el primer estudio sobre el segundo aspecto de ironía —el humor que con­duce a risa. Así, Gariano distingue siete tipos de humor: la hipérbole sentimental (“los deli­cados primores de la nueva sensibilidad no son necesariamente humorísticos, pero sus excesos sí crean contrastes y paradojas definidamente cómicos”, p. 52); la degradación cómica (“el encumbramiento de lo vulgar hasta lo sublime, o el reba­jamiento de lo bello hacia lo feo”, p. 54); el lenguaje chacabano (“el disfemismo erótico”, p. 55; “el efecto cómico del lenguaje vulgar”, p. 56); el ademán lascivo (“bajo el aculeo de la pasión, el amor tiende a hallar satisfacción en el goce” y “la tensión se encauza al comienzo hacia la actividad exterior, la verborragia y las andadas sin destino”, p. 57); la sátira (“la intención satírica”, así “de buenas a primeras, los pícaros y las muchachas de la vida airada nos salen al encuentro con m s desenfado y atractivo que los burgueses y nobles con su silueta insípida y formal”, p. 59); lo grotesco lúbido (“al anonadarse la norma natural por la acción componedora de elementos discordes, el humorismo erótico se orienta hacia la fría risotada de lo grotesco”, p. 61); y la ironía erótica (“la verdad unilateral de un personaje cobra distinto significado para el lector expuesto a las múltiples perpectivas de la acción”, p. 64).
         En su artículo[14], que por cierto se parece mucho al de Gariano[15], la profesora Dorothy S. Severin también estudia el humor en La Celestina. Así, ella distingue cuatro tipos de humor: verbal (“old saws, dirty jokes and puns, sarcasm and academic jests”, p. 277); parody (i.e. “misuse of Andreas Capellanus”, p. 281); préstamos de los “humorous stage devices” (p. 285) (“sarcasms in most of Rojas’ asides”, p. 286); y sátira (i.e., “ecclesiastical satire”, p. 288).
         Así, podríamos decir, excepto por algunos puntos en los trabajos de Gariano y Sev­erin, ningún crítico o experto medieval ha tratado del humor en La Celestina. Es decir, no de los “in-jokes”, no de la tensión semi-humorística creada por las diferencias entre personajes (i.e., Calisto y Sempronio) ni tampoco de la parodia[16] o la sátira[17], sino de la acción o diálogo que produce risas.

La acción, los diálogos y el humor en La Celestina.
         Como escribe la profesora Severin in su artículo sobre el humor en La Celestina, “tastes in comedy have clearly changed over the past few centuries and what was then considered to be amusing or hilarious may now seem cruel and at times unbearable” (p. 276). Sin embargo, una cosa es clara cuando uno lee La Celestina: el humor brota a cada paso, cuando uno menos lo está esperando. Ciertamente, si el objetivo de Rojas fue escribir los demás actos con el mismo humor que aparece en el primer acto y que supuestamente él encontró y decidió continuar porque lo encontraba cómico[18], entonces podemos decir que éste tuvo éxito.[19]
         Por lo general, encontramos dos tipos de humor en La Celestina: el humor que se produce como consequencia de una acción, y el humor que se produce durante un in­tercambio de palabras —es decir, en el diálogo mismo.
         Así, el primer y mayor momento que encontramos donde la acción nos produce risa es, probablmente, cuando Sempronio visita a Celestina y a Elicia, en el Acto i:[20]

Celestina.— Albricias! albricias! Elicia. ¡Sempronio! Sempronio!

Elicia.— ¡Ce! ¡­ce! ¡­ce!

Celestina.— ¿Porqué?

Elicia.— Porque está aquí Crito.

Celestina.— ¡Mételo en la camarilla de las escobas! ¡Presto! Dile que viene tu primo é mi familiar!

Elicia.— Crito, retráete ay. Mi primo viene. ¡Perdida soy!

[...]

Celestina.— ­¡Fijo mío! ¡rey mío! turbado me has. No te puedo fablar. Torna é dame otro abraço. ¿E tres días podiste estar sin vernos? ¡Elicia! ¡Elicia! ¡Cátale aquí!

Elicia.— ¿A quién, madre?

Celestina.— A Sempronio.

Elicia.— ­¡Ay triste! ¡Qué saltos me da el corazón! ¿E qué es dél?

Celestina.— Vesle aquí, vesle. Yo me lo abraçaré; que no tú.

Elicia.— ­¡Ay! ¡Maldito seas, traydor! Postema é landre te mate é á manos de tus enemigos mueras é por crímenes dignos de cruel muerte en poder de rigurosa justicia te veas. ¡Ay, ay!

Sempronio.— ­¡Hy! ¡hy! ¡hy! ¿Qué has, mi Elicia?

         (CC-I: 1-14; 1-14, 60-61; C: 68-69; MM: 31; P&J: 86-87; K: 68).

         Según Lida de Malkiel, lo que hace esta escena “irónica”, es que Sempronio, “después de nombrar a Elicia como principal razón de su vida, [y aconsejar] enérgicamente a Calisto no fiar de mujeres, ...en la escena inmediata le vemos confesar su apa­sionamiento con ingenuo ardor, que culmina precisamente cuando suenan los pasos del rival escondido; por añadidura, Celestina le llena de mentiras, y Elicia se complace en engañarle con la verdad” (p. 254). Ayllón, la secunda: esta es “una de las escenas más irónicas del autor del primer acto”, porque esta es “una ironía que abarca lo verbal y lo dramático, sin dejar de tener... una fuerte dosis de un recurso típico de la comedia española del Siglo de Oro: el engañar con la verdad” (p. 42).
         Lo que hace a esta escena humorística, sin embargo, creemos, es cómo se desa­rrolla la acción. Es decir, la audiencia desea que Sempronio descubra la verdad (si se interesa más por Sempronio que por Celestina y Elicia) o teme que Sempronio descubra la verdad (si se interesa más por la Celestina y por Elcia que por Simpronio). En ese esperar, el autor usa una estrategia magnífica para remediar la situación: primero, la desesperación de Celestina (¡Albricias, albricias, Elicia! ¡Sempronio, Sempronio, Sempronio!); la confusión de Elicia, que no quiere que Crito escuche el nombre de Sempronio (¡ce, ce, ce!, o ¡haz silencio!); la interrogación de Celestina (¿Por qué tiene ella que hacer silencio?); cuando Elicia le informa que Crito está  con ella, más desesperación por parte de Celestina. Segundo, porque cuando Celestina llama a Elicia (“¡Elicia! ¡Elicia! ¡Cátale aquí!”), ésta pretende, muy bien por cierto, no saber quién ha llegado (“¿A quién, madre?”), y, para más risas, también pretende que al escuchar que Sempronio estaba en casa, por poco le da un ataque del corazón (“¡Ay triste! ¡Qué saltos me da el coraçón!”). Finalmente, cómo Elicia finge sus celos (“­y! ­Maldito seas, traydor!”), le da  todavía más humor a la escena.[21]
         La segunda escena humorística que encontramos, y cuyo mayor enfásis está en la acción, la encontramos al final del Acto ii[22], cuando Sempronio va por Sosia y termina buscándole el caballo a Calisto:

Calisto.— ¡Calla, calla, perdido! Estó yo penado é tú filosofando. No te es­pero mas. Saquen vn cauallo. Límpienle mucho. Aprieten bien la cin­cha. ­Por si passare por casa de mi señora é mi Dios!

Pármeno.— ­Moços! ¿No ay moço en casa? Yo me lo hauré de hazer, que á peor vernemos desta vez que ser moços d’ espuelas. ¡Andar!, passe! Mal me quieren mis comadres, etc. ¿Rehinchays, don cauallo? ¿No basta vn celoso en casa?... ¿O barruntás á Melibea?

          (CC-I: 17-19;1-8, 123-124; C: 97-98; MM: 60-61; P&J: 116; K: 94).

          Aunque aquí, como en la otra escena citada, el humor depende, (a) en si La Celestina es considerada una obra teatral y (b) en qué dirección el director teatral tome la obra, la intención del autor es evidente. Así, Calisto le pide a Pármeno que le ordene a Sosia que “aprieten bien la cincha. ¡Por si passare por casa de mi señora é mi Dios!” [i.e. Melibea]. Adentro, con el caballo, Pármeno le ordena que ande (“¡Andar!”), después que pase, pero parece que el caballo no le obedece, y hasta relincha (“¿relinchas, cauallo?”) —es decir, no le quiere obedecer. Entonces, evidente­mente refiréndose a su conversación con Calisto, Pármeno cree saber por qué el ca­ballo lo está desobedeciendo: “¿No basta vn celoso en casa?”, le pregunta, y añade: “¿O barruntás á Melibea?”
         Finalmente, hay otra escena, donde el autor, con una maestría enorme, combina el humor tanto en la acción como en el intercambio de palabras o diálogos. A mediados del Acto vi[23], cuando Celestina retorna con el cordón que le entregó Melibea, Calisto lo usa como si este fuera Melibea misma:

Calisto.— ...¡O mi gloria é ceñidero de aquella angélica cintura!... ¡O cordón, cordón! ¿Fuisteme tú enemigo? Dílo cierto. Si lo fuiste, yo te perdono... Conjúrote me respondas...

Celestina.— Cessa ya, señor, ese deuanear, que á mí tienes cansada de es­cucharte é al cordón, roto de tratarlo.

Calisto.— ¡O mezquino de mí!... ¡O qué secretos haurás visto de aquella excelente ymagen!

Celestina.— Mas verás tú é con mas sentido, si no lo pierdes fablando lo que hablas.

Calisto.— Calla, señora, que él [el cordón de Melibea] y yo nos entendemos.

         (CC-I: 2-26, 222; C: 146-147; MM: 114-115; P&J: 166; K: 136-137).

         El humor, aquí, no reside tanto, quizás, en el diálogo de Calisto con el cordón—después de todo, a esta altura sabemos que está disparatado—: (“¿Fuisteme tú enemigo? Dílo cierto. Si lo fuiste, yo te perdono”), ni siquiera su orden (“Conjúrate me respondas”); tampoco en la rebelión repentina de Celestina—después de todo, ella es sólo una alcahueta (“Cessa ya, señor”), pero tampoco en su comentario un poco cómico (“á mí tienes cansada de escucharte é al cordón, roto de tratarlo”). El humor mayormente reside, probablemente, en la frase final de Calisto, porque ella combina su locura con su altanería de burgés y con su razonamiento, algunas veces tan fuera de lugar: “Calla, señora, que [el cordón] y yo nos entendemos”.

Los diálogos y el humor.
         Quizás sin ninguna duda[24], lo que más encontramos en La Celestina es el humor que aparece en los diálogos de sus personajes.[25]
         Para empezar —vale la pena aclarar, sin embargo, que esto es un poco cuestionable en nuestros días—, es probable que todos los apartes[26] en La Celestina estaban destina­dos a provocar risa en la audiencia. Una cosa es cierta, sin embargo: en algunos apartes, el humor mana a borbotones.
          Así, casi a comienzos del Acto i[27], Calisto, en su defensa de Melibea, empieza a describirséla a Sempronio:

Calisto.— Comienço por los cabellos. ¿Vees tú las madexas del oro delgado, que hilam en Arabaia? Más lindos són é no resplandescen menos. Su longura hasta el postrero assiento de sus pies; despues crinados é ata­dos con la delgada cuerda, como ella se los pone, no ha más menester para conuertir los hombres en piedras.

Sempronio.— ¡Mas en asnos!

Calisto.— ¿Qué dizes?

Sempronio.— Dixe que essos tales no serían cerdas de asnos.

         CC-I: 8-18, 54; C: 65; MM: 28; P&J: 83; K: 65).

         Es evidente que el “discurso” de Calisto es, hasta cierto punto, elevado (i.e. poético). No importa que la audiencia reconozca o no la referencia al salmo 71 (“Que él viva, que le den oro de Arabia”); tampoco importa que la audiencia relacione la descripción de la mujer perfecta de Calisto con la descripción del reino ideal en el salmo. Porque el humor, creemos, no se encuentra ahí; el humor lo encontramos en las últi­mas palabras de Calisto (los cabellos tan largos de Melibea, “crinados é atados con la delgada cuerda, como ella se los pone, no ha más menester para conuertir los hombres en piedras”), la reacción de Sempronio (con los cabellos largos de Melibea crinados y atados “no ha más menester para conuertir los hombres en piedras”, “¡Mas en asnos!”), la pregunta, quizás violenta de Calisto (“¿Qué dizes?”), entonces, el gran momento, Sempronio, usando la misma palabra (“asno”) que quizás Calisto había escuchado, construye una oración hasta cómica (los cabellos largos de Melibea, “crinados é atados con la delgada cuerda, como ella se los pone”, son tales que “no serían cerdas de asno”).
         En el siguiente ejemplo, unas cuantas líneas, apenas, antes de la escena citada más arriba, vemos el mismo juego verbal de Sempronio con Calisto (i.e. Sempronio dice a Calisto “¡Assi te medre Dios!”, pero cuando Calisto le pregunta qué ha dicho, sólo cambia el pronombre: “¡Assi me medre Dios..!”):

Sempronio.— ¡Qué mentiras é qué locuras dirá agora este cautiuo de mi amo!

Calisto.— ¿Cómo es eso?

Sempronio.— Dixe que digas, que muy gran plazer hauré de lo oyr. ¡Assi te medre Dios, como me será agradadable esse sermón!

Calisto.— ¿Qué?

Sempronio.— Que ¡assi me medre Dios, como me será gracioso de oyr!

          (CC-I: 17-23;1-2, 54; C: 65; MM: 28; P&J: 82; K: 65).

          Pero este juego no sólo se limita a Calisto y a Sempronio. El mismo juego (i.e., usan­do la misma palabra dicha en voz baja, o aparte) se encuentra en otros momentos humorísticos con distintos personajes. Así, casi a comienzos del Acto IV, cuando Ce­lestina habla con Alisa, la bruja invoca al Diablo a que se lleve Alisa a otro lugar, pero ésta parece escucharla; sin embargo, como escribe Ayllón en La perspectiva..., “al clari­ficar lo dicho, maldice al diablo y le da a entender a Alisa que lamenta que Alisa tenga que” irse (p. 85). Así, como con Sempronio con Calisto, Celestina sólo cambia el pronombre:

Celestina (Aparte).— Por aquí anda el diablo aparejando oportunidad, arre­ziando el mal á la otra. ¡Ea! amigo... No la dexes, lléuamela de aquí á quien digo.

Alisa.— ¿Qué dizes, amiga?

Celestina.— Señora, que maldito sea el diablo..., porque en tal tiempo houo de crescer el mal de tu hermana...

          (CC-I: 7-13, 163; C: 114; MM: 79; P&J: 83; K: 109).

          En todo el Acto I, encontramos un gran número de alusiones eróticas o sexuales (por ejemplo, la descipción de Calisto sobre “la redondez ??? forma de las pequeñas tetas” de Melibea). Sin embargo, ningún momento es tan humorístico y produce tantas risas como el momento, casi al final del Acto I[28], cuando Celestina trata de que Pármeno “vea” cuánto ella lo “ama”:

Celestina.— ¡Necieuelo, loquito, angelico, perlica, simplezico! ¿Lobitos en tal gestico? Llegate acá, putico, que no sabes nada del mundo ni de sus deleytes. ¡Mas rauia male me mate, si te llego á mí, avnque vieja! Que la voz tienes ronca, las barbas te apuntan. Mal sosegadilla deues tener la punta de la barriga.

Pármeno.— ¡Como cola de alacrán!

Celestina.— E avn peor: que la otra muerde sin hinchar é la tuya hincha por nueue meses.

          (CC-I: 13-19; 1-3, 95-96; C: 82; MM: 43-44; P&J: 99; K: 80-81).

          El humor no estécreemos, en “la metáfora sexual” de la que habla Gariano. El humor está, creemos, en el voluptuosidad de la escena, y la forma que Celestina seduce al pobre de Pármeno a través de una implicación sexual. Así, las palabras de Celestina (“no sabes nada del mundo ni de sus deleytes. ¡Mas rauia male me mate, si te llego á mí, avnque vieja!”), tienen el objectivo de excitar, sexualmente, al porbre de Pármeno. Cuando Celestina hace su comentario (“Mal sosegadilla deues tener la punta de la barr­iga”), ésta, en cierta forma, está siendo íntima con Pármeno. Pero, aún cuando Pár­meno responde (“Como cola de alacrán”), la audiencia, más que en un estado humorístico, está en un estado de expectativa; la risa viene con las palabras de Celestina: “E avn peor: que la [cola de alacrán] muerde sin hinchar ??? la tuya hincha por nueue meses”. Como señala Katherine Kayser Philips, en “Ironic Froreshadowing”, Celestina tiene éxito con su fraude (p. 480).
         Hay otro momento humorístico, aunque quizás no con el mismo tono sexual, al final del Acto XVIII[29], cuando Areúsa, en presencia de Elicia, questiona el valor, o la cobardía, de Centurio (“Aquí quiero ver si dezir e hazer si comen juntos a tu mesa”):

Centurio.— Por [mi espada] soy temido de hombres e querido de mugeres... Por ella le dieron Centurio por nombre a mi abuelo e Centurio se llamó mi padre e Centurio me llamo yo.

Elicia.— Pues, ¿qué hizo el espada por que ganó tu abuelo esse nombre? Dime, ¿por ventura fué por ella capitán de cient ombres?

Centurio.— No; pero fue rufián de cient mugeres.

          (CC-II: 3-10, 169; C: 274;MM: 293; P&J: 298; K: 243).

          El humor no está en el discurso de Centurio, que hasta cierto punto tiene su co­mentario sobre la sociedad medieval española (“Por [la espada o penis] le dieron Centurio por nombre a mi abuelo e Centurio se llamó mi padre e Centurio me llamo yo”). Elicia, interesada quizás en saber qué grandeza hizo el abuelo de Centurio con su famosa y real espada, interviene en la conversación, le pregunta a Centurio, probablemente inocente e ingenuamente, “¿qué hizo el espada por que ganó tu abuelo esse nombre?”, y “¿fué por ella capitán de cient ombres?”. Es imposible adivinar la intención de Rojas, o de “quien quier que fuesse” que escribió la escena, pero una cosa es evidente: la pregunta de Elicia parece hasta bien razonada: si este hombre fué tan grande, en definitiva, ¿en qué podemos medir su grandeza? De ahí que resulte extremadamente humorística la res­puesta de Centurio, cuando ???ste termina complementando la relación espada-penis: “No [no fué por su espada capitán de cien hombres]; pero fue ru­fián de cient mugeres”[30].
         El humor del autor de La Celestina, sin embargo, no se limita a una series de personajes (i.e., los siervos; Calisto, el hazmerreír; etc.). De hecho, casi con todos los personajes hay algunos momentos humorísticos. Así, hasta Alisa, la madre de Melibea—y a quien, aparentemente, tenemos como un personaje “estricto y serio”, y menos indicado para estar envuelto en un momento humorístico, porque ella ser  una de las mayores víctimas de la tragedia—, aparece en momentos cómicos. A comienzos del Acto IV[31], cuando Alisa escucha a Lucrecia hablando con alguien, le pregunta a Lucrecia con quién habla:

Alisa.— ¿Con quien hablas, Lucrecia?

Lucrecia.— Señora, con aquella vieja de la cuchillada, que solía viuir en las tenerías, á la cuesta del río.

Alisa.— Agora la conozco menos. Si tú me das entender lo incógnito por lo menos conocido, es coger agua en cesto.

Lucrecia.— ¡Jesú, señora! mas conoscida es esta vieja que la ruda. No sé como no tienes memoria de la que empicotaron por hechizera, que vendía las moças á los abades é descsaua mill casados.

Alisa.— ¿Qué oficio tiene? quiça por aquí la conoceré mejor.

Lucrecia.— Señora, perfuma tocas, haze solimán é otros teryta officios. Conoce mucho en yeruas, cura niños é avn algunos la llaman la vieja lapidaria.

Alisa.— Todo esso dicho no me la dá á conocer; díme su nombre, si le sabes.

Lucrecia.— ¿Si le sé, señora? No ay niño ni viejo en toda la cibdad, que no lo sepa: ¿hauíale yo de ignorar?

Alisa.— ¿Pues por qué no le dizes?

          (CC-I: 22; 1-17; 1-6, 159-161; C: 112-113; MM: 77-78; P&J: 132; K: 107).

          Probablemente, el humor está, como muy bien señala la profesora Severin, en que “Lucrecia’s releuctance to name the witch Celestina” (p. 286), confunde cada vez más a Alisa: así, las palabras que están supuestas a aclarar las cosas, las confunden cada vez más. Finalmente, cuando Alisa le pregunta por cuarta vez a Lucrecia, está vez directa­mente (“díme su nombre, si le sabes”), Lucrecia es todavía incapaz de decirle el nombre (“¿Si lo sé, señora?”), entonces el momento culminante del chiste: “[Si sabes su nombre, entonces] por qué no lo dizes”[32].
         Finalmente, cuando Celestina le dá su reporte a Calisto del éxito que ha tenido con Melibea, casi a comienzos del Acto VI[33], Calisto se inspira de nuevo, deseando es­tar debajo del vestido de Celestina:

Calisto.— ¡O gozo sin par! ¡O singular oportunidad! ¡O oportuno tiempo! ¡O quien estuuiera allí debaxo de tu manto, escuchando qué hablará sola aquella en quien Dios tan estremadas gracias puso!

Celestina.— ¿Debaxo de mi manto, dizes? ¡Ay mezquina! Que fueras visto por treynta agujeros que tiene, si Dios no le mejora.

          (CC-I: 8-15, 211; C: 140; MM: 108; P&J: 160; K: 131).

          No estamos de acuerdo, sin embargo, con Gariano o Ayllón: el autor de la escena, nos parece, usa este momento —como lo ha venido haciendo hasta este punto—, no para “darle” la oportunidad a Celestina para que le indique su pobreza a Calisto, sino para crear un momento humorístico. Es decir, lo que el autor está  haciendo es, para usar las palabras de Gariano, creando “un choque que quiebr[e] la norma anticipada o anticipable”, para que “brot[e], así, la risa” (p. 54). Así, el diálogo de Calisto es elevado y quizás hasta poético (“¡O oportuno tiempo!”), pero cuando él dice “¡O quien estuuira allí debaxo de tu manto!”, él no está diciendo, creemos, que él quería estar físicamente allí; de ahí que cuando Celestina sigue sus palabras al pie de las letras (“¡Ay mezquina! Que fueras visto por treynta agujeros que tiene”), se produce ese choque, creando el momento humorístico.

Conclusiones.
         Como hemos visto, Fernando de Rojas decidió escribir la continuación de La Ce­lestina “por la gran copia de sentencias entrexeridas, que so color de donayres” tenía el Acto I. Por lo visto, fue su intención seguirla en la misma dirección. Resulta, quizás, irónico, entonces, que La Celestina ha sido continuamente es­tudiada desde el punto de vista trágico. Como concluye Dorothy S. Severin, en “Hu­mour...”, “Little did Rojas sus­pect, when he warned the reader against seeing only the comedy in the work, that La Celestina would face a century of readers who devoured it for its tragic aspects alone” (p. 291).
         En efecto, auque es indiscutible que hay un aspecto trágico en la obra (incluso el humor es, a veces, negro), y que la obra es probablemente una “novela dialogada”, La Celestina es una obra que probablemente produciría risas en cualquier escenario. Porque si lo más importante en una obra teatral son sus perso­najes, según los teóricos que se oponen a las teorías de Aristóteles, es claro, entonces, que la obra es humorística, porque —para usar las palabras de la profesora Severin, otra vez—, “the redeeming feature of the characters in La Celestina is their sense of humour” (p. 291).
         Los momentos humorísticos que hemos visto a lo largo de La Celestina, y otros tan­tos mencionados tanto por la profesora Severin como por Carmelo Gariano y Cándido Ayllón, son los mejores ejemplos.


Notas

[1] No entraremos en la polémica sobre quién escribió el primer acto, o las adiciones de La Celestina. Sin em­bargo, vale aclarar en qué consiste. La polémica viene desde el siglo XIX, con José María Blanco White (un solo autor; 1824), con George Ticknor (el primer acto es de Cota; 1879) y con Gonzàlez Aguejas (el primer acto y la Comedia son de Rojas, pero no los cinco actos adicionales; 1894). La polémica continuó en el siglo XX: Menéndez y Pelayo (1899-1900), Ruth Davis (1928), Julio Cejador y Frauca (1913), J. V. Montesino Samperio (1946), así como Marcel Bataillon y P. E. Russell. No fué sino en los cicuenta, sin embargo, cuando la polémica se agudizó. Así, el profesor Joseph E Gillet, primero con su artículo, “‘Comedor de huevos’” (?) (Celestina, Aucto I)”, en Hispanic Review, 24 (1956), pp. 144-147, y más tarde con su “review” del estudio de Manuel Criado de Val (“Índice Verbal de La Celestina”, Madrid: Revista de Filología Es­pañola, Anejo LXIV, 1955), también en Hispanic Review, XXV (1957), pp. 130-132, propuso, en oposición a Criado de Val, que Rojas pudo haber escrito el primer acto, “as a student about 1482” y el resto de la obra, cinco años más tarde, cuando “he could have grown into artistic maturity, developed a more so­phisticated style” (p. 131). Más tarde, A. D. Deyermond, en su libro The Petrarchan Sources of “La Celestina” (London: Oxford University Press, 1961, 160 pags.), prefirió permanecer neutral; pero J. Homer Herriott, en su “respuesta” a Deyermond, “The Authorship of Act I of La Celestina”, en Hispanic Review, XXXI (1963), pp. 153-159, estaba “inclined to believe that Rojas may have written Act I in his early years at Salamanca” (p. 158). Después, lo demás ha sido historia. Así, recientemente, a próposito de un artículo del profesor Sal­vador Martínez, “Cotas y Rojas: Contribución al estudio de las fuentes y la autoría de La Celestina”, His­panic Re­view, 48 (1980), pp. 37-55, en el cual se concluye que Rodrigo de Cota escribió los Actos I-XVI de La Ce­lestina, la profesora Dorothy S. Severin casi inició otra polémica. En su artículo “Cota, his Imitator, and La Celestina: The Evidence Re-Examined”, en Celestinesca, 4, Núm. 1 (1980), pp. 3-8, Severin sugiere que, si aceptáramos las teorías del profesor Martínez, los actos IV, IX, XI, XIV, XXI también serían es­crito por Cota. Pero ella no termina ahí: también ataca las teorías de Miguel Marciales, a próposito de una carta suya que había aparecido en Celestinesca y que después recogería en Carta al Dr. Stephen Gilman a próposito del li­bro “The Spain of Fernando de Rojas” (Mérida, Venezuela: Universidad de los Andes, 1983, 167 pp.). Más aún, dos años después, Severin volvió al problema, con “A Minimal Word-Pair Study of Celestina: More Evi­dence About the Authorship of Act 1”, Celestinesca, 7, Núm. 1 (Otoño 1983), pp. 1-2, donde ésta usa “a computer print out” para probar su punto. Más aún, Fernando Cantalapiedra, en “Los refranes en Celestina y el problema de su autoría”, en Celestinesca, 8, Núm. 1 (Mayo 1984), pp. 49-53, usando un método similar al de la profesora Severin, concluye que “Fernando de Rojas sólo escribió los nueve últimos actos” de La Celestina (p. 51).

[2]Tampoco entraremos en el problema de quién escribió esta “carta”. Vale la pena citar, sin embargo, la nota de Julio Cejador y Frauca, en su introducción y notas a la edición—muy desacreditada, por cierto— de La Celestina (Tomo I: Madrid: Espasa-Calpe, “Clásicos Castellanos”, 9° Edición, 1968; Tomo II: 3° Edición, 1941): “Recuérdese que [la carta] no es del autor [Fernando de Rojas]” (I, p. 3, nota núm. 1). En adelante, cuando citemos textos extensos de La Celestina, indicaremos el tomo primero con CC-I y el tomo segundo, con CC-II, seguido con los números de líneas y la página. Asimismo, usaremos otras cuatro ediciones: la de Bruno Mario Damiani, la cual abreviaremos como C (Madrid: Ediciones Cátedra, 11° Edición, 1983); la de Miguel Marciales, en el tomo II de su extenso trabajo sobre La Celestina, abreviada MM (Chicago: Univer­sity of Illinois Press, “Illinois Medieval Monographs—1”, 1985); la de Joaquín Benito de Lucas, P & J (Barcelona: Plaza & J nez, “P & J Clásicos”, 1984); y la edición de Elena Huber y María Silvia Delpy, K (Buenos Aires: Kapelusz, 1976).

[3] Tampoco entraremos en quién escribió este “Prólogo”. Según Cejador y Frauca, Proaza es el autor (p. 16, nota núm. 2). Pero otros críticos, incluyendo el profesor Stephen Gilman y la profesora Dorothy S. Severin, creen lo contrario. Así, en “Fernando de Rojas and Celestina: the Author's Intention from Comedia to Tragi­comedia de Calixto y Melibea”, en Celestinesca, 5, Núm. 1 (1981), pp. 1-5, la profesora Severin escribe que “undoubtedly [los editores de Rojas, i.e. Proaza] wrote the moralist incipit as well as the individual argu­mentos of the sixten acts”, pero Rojas escribió “the new prologue”, de ahí que Rojas escribe “Que avn los im­pressores han dado sus punturas, poniendo rúbricas ó sumarios al principio de cada aucto” (pp. 1-2). Gilman, en The Art of “La Celestina” (Wesport: Greenwood Press, reimpresión, 1976), pp. 212-216, también concluye que Rojas escribió los argumentos a los actos adicionales de la Tragicomedia y el argumento que apareció en la edición de un solo acto; los editores de Rojas escribieron los argumentos que aparecen a comienzo de cada uno de los dies y seis actos de la Comedia.

[4] Dorothy S. Severin, “Humour in La Celestina”, en Romance Philology, XXXII, Núm. 3 (February 1979), pp. 274-291.

[5] María Rosa Lidea de Malkiel, La Originalidad artística de La Celestina (Buenos Aires: Editorial Universi­taria, “Teoría e Investigación”, 1962), 755 pp.

[6] Preferimos no entrar en las ejemplos de ironía trágica que da Lida de Malkiel, porque creemos, primero, que es casi imposible aplicar el término peripecia a una obra que no es precisamente tragedia, como lo es la tragi­comedia de La Celestina; y segundo, porque si tenemos en cuenta los trabajos recientes de algunos críticos norteamericanos sobre ironía trágica, tanto en el Edipo Rey de Sófocles como en Hamlet y King Lear de William Shakespeare, los ejemplos de Lida de Melkiel resultan un poco no parecen válidos.

[7] John Gassner & Edward Quinn, The Reader's Encyclopedia of World Drama (New York: Thomas Y, Crow­ell Company, 1969), p. 470.

[8] Candido Ayllón, “La ironía de La Celestina”, en Romanische Forschungen, 82 (1970), pp. 37-55.

[9] La perpectiva irónica de Fernando de Rojas (Madrid: Ediciones Jos??? Porrúa Turanzas, 1982), 284 pp.

[10] Jack Himelbau, “A Further Contribution to the Ironic Vision in the Tragicomedia”, en Romance Notes, IX (1968), pp. 310-313.

[11] Joseph Szertics, “Notas sobre un caso de ironía trágica en La Celestina”, en Romance Notes, XI (1970), pp. 629-632.

[12] Katherine Kayser Philips, “Ironic Foreshadowing in La Celestina”, en Kentucky Romance Quaterly, 21 (1974), pp. 469-482.

[13] Carmelo Gariano, “Amor y humor en La Celestina”, en La Celestina y su contorno social, Actas del I Congreso Internacional sobre La Celestina, dirigido por Manuel Criado de Val (Barcelona: Borrás Ediciones, 1977), pp. 51-66.

[14] “Humour in La Celestina”, en Romance Philology, XXXII, Núm. 3 (February 1979), pp. 274-291.

[15] La profesora Severin, en una nota al final de su artículo, escribe “After I completed this article..., relevant studies by Carmelo Gariano (1977) and Henry N. Bershas (1978) appeared too late to be taken into account” (p. 291).

[16] Así, June Hall Martin ha estudiado la parodia del amor cortés, en Love’s Fool’s: Aucassin, Troilus, Calisto, and the Parody of Courtly Lover (London: Támesis, 1972), pp. 71-132. Vease, también, el artículo de A. D. Deyermond, “The Text-Book Mishandled: Andreas Cappellanus and the Opening Scene of La Celestina”, en Neophilologus (Amsterdam), XLV (1961), pp. 218-221.

[17] Para un resumen de teorías y artículos relacionados con la contienda sobre la sátira esclesiática en La Celestina, vease el libro de Américo Castro, “La Celestina” como contienda literaria (Madrid: Revista de Oc­cidente, 1965); especialmente pp. 96-98.

[18] Fernando de Rojas, el autor de La Celestina, escribe Severin, “tells us on several occasions that he began his work by finding a funny book and decided to continue it in the same vein”. “Humour in La Celestina”, pp. 274.

[19] Ciertamente, si tomamos en cuenta la advertencia de Severin sobre el cambio de gusto en la comedia a través de los siglos (p. 276), y encontrando más de diez momentos humorísticos en La Celestina, esto es la mayor indicación de cuán humorística debió de haber sido la obra a finales del siglo XV y a comienzos del siglo XVI.

[20] Esta escena es también mencionada por Lida de Malkiel, en La Originalidad... (p. 254), como “ironía de hechos o situaciones”; también la cita Gariano, en “Amor y Humor...”, p. 60, como “sátira erótica”; la men­ciona también Ayllón, en Perpectiva irónica... (pp. 41-42).

[21] Reconocemos que el humor de esta escena depende mucho en, (a) si la obra es considerada una obra teatral o una “novela dialogada”, y (b), después que esta sea considerada una obra teatral, en la dirección que tome el director de la obra. Es decir, si la consideramos una obra teatral y tenemos, en el escenario, tres acciones sucesivas: Sempronio que viene de la calle, Ce­lestina en la sala o en la galería, y Elicia en la sala o en el cuarto de dormir.

[22] Esta escena es citada, también, por Cándido Ayllón, en La perspectiva irónica... (p. 69-70): por suerte, esta vez él también ve el humor: el comentario de Sempronio, escribe, “resulta humorístico e irónico a la vez” (p. 70). Asimismo, también Daniel E. Gulstad, en su artículo “Melibea's Demise: The Death of Courtly Love”, en La Corónica, 7 (1978-1979), pp. 71-80, ve el humor: es “crude, but, realistic and humorous”, escribe. “There is also ironic humor in this remark [“¿No basta vn celoso en casa?... ¿Oh barruntás   Melibea?”], since up to that point Calisto's worthiness to have himself equated sexually with a stallion is at least a ques­tion” (p. 72).

[23] Tanto Ayllón (pp. 119-120) como Julio Rodríguez Puértolas, en “Nueva aproximación a La Celestina”, en De la Edad Media a la edad conflictiva: Estudios de literatura española (Madrid: Editorial Gredos, 1972), pp. 216-242, mencionan el cordón, pero no ven el humor en la escena, sino la ironía. “Melibea dirá algo seme­jante [a lo que dice Calisto: «¡Oh ñudos de mi passión, vosotros enlazastes mis deseos!»] cuando descubra, por fin, sus verdaderos sentimientos: «En mi cordón le lleuaste embuelta la posesión de mi libertad»” (p. 225-226). “El cordón”, escribe Ayllón, “es, evidentemente, un símbolo de la unión de Calisto y Melibea” (p. 120).

[24] El hecho de que aun los críticos que han encontrado “ironía drámatica” en La Celestina (por ejemplo, Lida de Malkiel, en La Originalidad..., p. 251 y sigs.; también Cándido Ayllón, tanto en su artículo “La ironía...” como en su libro La perspectiva irónica...), han encontrado “ironía” verbal, sea quizás el mejor ejemplo. Asimismo, los tres críticos que han escrito sobre el humor en la obra (Carmelo Gariano, Henry N. Bershas y Dorothy S. Severin), han encontrado humor verbal: Gariano, en “Amor y humor...”, en su “tercera” clasificación, “El lenguage chabacano” (p. 55 y sigs.); la profesora Severin, en “Humour...”, en su clasificación primera, “Verbal humour” (p. 277 y sigs.).

[25] “The gap between what the characters are saying”, escribe Severin, en “Humour in La Celestina”, “and what they mean or are trying to perpetrate would have been both obvious and amusing to the fifteenth-cen­tury audience” (p. 277). “Verbal humour, although of necessity an artificial and wide-ranging category”, añade, “includes some of the most important facets of humour in La Celestina” (p. 281). Aunque estamos de acuerdo con la profesora Severin, en algunos casos, no vemos como, por ejemplo, cuando Melibea dice a Calisto “Pues avn más ygual galardon te daré yo, si perseueras” (ejemplo citado por Gariano, en “Amor y humor...”, p. 53; también citado por Ayllón, en La perspectiva irónica..., como ejemplo de “ironía”, porque crea “una situación ambigua con un diálogo que se presta a varias interpretaciones”, p. 27), podría conducir a la risa.

[26] Algunos críticos también se refieren a los apartes como “rise and fall of speech levels”. Por ejemplo, ve se el artículo de la profesora Severin, “El Humour...”, p. 277. Severin cita por lo menos cinco caso donde Rojas usa los apartes con “heavy sacasm” (“Celestina’s remarks against Melibea in Act X...: ‘Tú me pagarás, doña loca, la sobra de tu ira’”, p. 286); los combina “with other elements of stagecraft for additional effect” (en el Acto VI, cuando “Pármeno and Sempronio are bored by Calisto’s effusions to Celestina... Celestina... whis­pers to them...: ‘Bien te entiendo, Sempronio. Déjale, que él caer  de su asno y acabará’’, p. 286), y “sophisticated” (en el Acto XVI, cuando Melibea conversa con Lucrecia, mientras sus padres discuten el fu­turo de Melibea, ésta “intentionally satirizes her parents’ remarks on her supposed virginity”, p. 287).

[27] Esta escena es usada por Gariano, en su artículo, como un ejemplo de “degradación cómica” (es decir, encum­brimiento de lo vulgar hasta lo sublime..., el rebajamiento de lo bello a lo feo” (p. 54). En su descripción de Melibea, escribe Gariano, Calisto “ensalza los atributos del cabello”, y “Sempronio comenta... que a lo mejor los transforman ‘en asnos’“. “En eso reside la causa del humor degradado”, concluye Gariano. “Calisto en­trevé la causa, y la censura; Sempronio promueve el efecto, y goza con pícara satisfación” (p. 54).

[28] Este ejemplo es citado por Carmelo Gariano, en “Amor y humor...”, como un ejemplo de “lenguage chabacano”: “la metáfora sexual”, dice, “con su referencia al objecto vedado omitiendo la palabra tabú, per­mite destilar todas las posibilidades risueñas de la actividad erótica” (p. 56). También lo cita la profesora Severin, en “Humour...”, como un “dirty joke” en la obra, el cual es “of a subtler nature, although overtly sexual” (p. 279).

[29] Esta escena es mencionada, como un chiste, por Cejador y Frauca, en su nota (núm. 10), a su edición de La Celestina. “No es malo el chiste”, escribe, “sino muy irónico y precioso” (II, 169). También lo cita Gariano (p. 56), como un ejemplo que “surte la discordancia entre el nivel de la expresión que anticipa un sentido heroico y un dislate chacabano relacionado con el valor literal de un término (p. 56).

[30] Estamos de acuerdo con Julio Cejador y Fragua, que esta frase no debió de haber sido puesta en boca de Centurio, no precisamente, porque “hace y convierte en burlas todas [las] bravosías” de Centurio (nota 10, p. 169), sino porque el humor, de este modo, depende, en parte, en cómo el actor lea el diálogo. Creemos, en cualquier caso, que la frase provocaría aún más risas si viniera de boca de Areúsa, quien es la que está cues­tionando el valor de Centurio, y quien aparentemente lo conoce lo suficiente para saber la intención (relación espada-penis) detrás de sus palabras.

[31] Esta escena es estudiada por Ayllón, en su libro La perspectiva irónica... (p. 82), así como la profesora Severin, primero en su libro Memory in La Celestina (London: Tameis Books, 1970), p. 72, y después en su artículo, “Humour...” (p. 286). Ayllón hace enfásis la inhabilidad de Alisia en reconocer a Celestina, a pesar de las descripciones de Lucrecia. En su libro, la profesora Severin indica que Alisa’s “failure to remember Celestina’s true nature is tantamount to a betrayal of her daughter. If memoria is redefined as consciousness in La Celestina, then olvido must be seen as a symbol of death. The irony is that both have fatal powers” (p. 42). En su artículo, sin embargo, la profesora Severin ve el humor, y lo clasifica como “visual humour”: “Lucrecia’s reluctance to name the witch Celestina is laughed at by Alisa”, escribe Severin, “although the joke will finally be on Alisa herself” (p. 286).

[32] Reconocemos que hay cierto humor negro en este momento humorístico, porque, en fin de cuenta, como señala la profesora Severin, “the joke will finally be on Alisa herself” (p. 386).

[33] Este ejemplo es usado por Carmelo Gariano, como una forma de “hipérbole sentimental” (pp. 52-53). Cuando Celestina “destaca el andrajoso estado de su” manto, Celestina se divierte con “la ocurrencia del in­flado amante” (p. 53). Ayllón, en Perspectiva..., también lo cita, sin darle mayor importancia: “Celestina”, escribe Ayllón, “ se aprovecha de esta alusión a su ropa para reiterar las condiciones de su manto” (p. 116).


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*No se incluyen los trabajos cuya reseña se ha dado, a pie de página.



 
 

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